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“Soy fiel y no me gusta engañar, pero acabé acostándome con otro”
  1. Alma, Corazón, Vida
CUANDO LA INFIDELIDAD ES INEVITABLE

“Soy fiel y no me gusta engañar, pero acabé acostándome con otro”

Podemos recurrir a los tópicos del amor romántico, a decir que hay cosas contra las que no se puede luchar, que el corazón (u otros órganos

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“Soy fiel y no me gusta engañar, pero acabé acostándome con otro”

Podemos recurrir a los tópicos del amor romántico, a decir que hay cosas contra las que no se puede luchar, que el corazón (u otros órganos del cuerpo) mandan sobre la razón… También podemos apelar a los postulados del amor libre, del movimiento hippie, a asegurar que la fidelidad es un invento burgués, que nadie es de nadie, que no nos importa que nuestra pareja tenga sexo con otra persona y que nosotros también lo hacemos porque no pasa nada. Sí, todo eso está muy bien. Pero, excepto en casos muy especiales a los que se podría dedicar otro reportaje, está claro que si somos sinceros con nosotros mismos debemos reconocer que una infidelidad, lo que toda la vida se ha llamado “los cuernos” no surgen cuando una pareja vive en su momento, cuando uno está en una etapa de seguridad y de luna de miel. Uno es infiel cuando algo no acaba de encajar. Algo que puede ser tan nimio como el simple desgaste y la monotonía a algo más radical como que no te atreves a romper directamente y una infidelidad no del todo bien disimulada con su posterior descubrimiento hace que el noviazgo o el matrimonio se rompa, sin necesidad de dar demasiadas explicaciones y encima con el consuelo que siempre ofrece tener una nueva compañía.

En la web edarling, donde los miembros buscan pareja, analizan el porqué de la infidelidad y, como en la mayoría de los tratados sobre relaciones sentimentales, afirman que la clave está en la falta de confianza y en que suele ser una manera o bien de huir de algo que no nos gusta en nuestra relación pero somos incapaces de solucionar o, también, y esto parece más habitual de lo que pensábamos, de llamar la atención de un compañero o compañera que ya no nos hace el caso de antes.

El mito de que el hombre es infiel no sirve en la actualidadSonia A. explica que ese fue exactamente su caso. Y que en su historia se mezcla el resentimiento y la necesidad de afecto, con todas sus derivadas. “Miguel y yo”, explica, “llevábamos nueve años juntos y, la verdad, es que todo iba bien. Después de esa primer etapa de pasión, todo se había tranquilizado pero seguíamos entendiéndonos, teniendo buen sexo, divirtiéndonos juntos… Pero le ascendieron en la empresa y empezó a obsesionarse por el trabajo. Volvía a casa cansado, se encerraba en su despacho, dejamos de tener esas largas charlas que nos habían mantenido unidos, acababa yendo a todas las reuniones con amigos sola… De hecho, en  las vacaciones, que siempre habían sido sagradas, vino un fin de semana y el resto las pasé con mi hermana y su marido en su casa de la playa. Allí, en una fiesta, conocí a un chico que me gustó. En otras circunstancias estoy segura de que no hubiera pasado nada, pero ese día me sentía abandonada, lo hice un poco pensando que le estaba bien empleado por no estar allí y también era estupendo que alguien me dijera lo guapa que estaba y me escuchara. Aquello duró un par de encuentros más, yo estaba enamorada de Miguel. Nunca le conté nada. Pero a la vuelta tuve una conversación muy seria con el. Había visto el peligro y la verdad es que surtió efecto. Tengo que decir que la experiencia aquella nos vino bien, si no, probablemente no habría dicho nada y al final nos habríamos separado del todo”.

La psicóloga clínica Ana Fernández afirma que el caso de Sonia es muy habitual y que las consecuencias también. “Muchas veces una infidelidad”, comenta, “puede hacer que una pareja reaccione e intente poner arreglo a una situación enquistada. Muchas veces pensamos que ese paso lo da el “engañado” si se entera del asunto, pero no, lo cierto es que en la mayoría de las ocasiones se trata de una iniciativa del que ha sido infiel. Que realmente no da por acabada la relación y siente que si le ha pasado a él, puede sucederle al otro o incluso que si él lo hace la segunda vez a lo mejor no es algo tan superficial”.

Repartiéndonos los roles (sin tópicos)

El caso de Sonia podría haber sucedido perfectamente a un hombre, aunque pensemos que el sexo masculino es infiel más por cuestiones sexuales que emocionales. El  psicólogo Nicolás Fernández lo explica. “El mito de que el hombre es infiel porque busca fuera de casa el sexo lo que no tiene dentro”, comenta, “no sirve para la sociedad actual. Sí que, como la mujer, puede necesitar cubrir deficiencias. De hecho, muchos hombres le ponen los cuernos a sus parejas en un momento que parece poco delicado, cuando sus hijos son bebés. La gente lo achaca a la abstinencia sexual, a la cuarentena y a que la mujer no está especialmente sexy según los cánones habituales de belleza. Pero no. El 80% de los casos es por celos con el bebé porque se sienten desplazados. En mi consulta he tenido muchos casos de ese tipo, en los que las mujeres consideran que haberles sido infiel en ese momento es imperdonable. Se sienten especialmente traicionadas, y es lógico, pero lo curioso es que no es porque lleven 40 días sin hacer el amor con su esposa, sino por algo emocional”.

Ahora la mujer se ha decidido a buscar fuera lo que por una razón u otra no encuentra en casaEfectivamente, parece que los roles femenino y masculino, el tópico de que el hombre se va con otra por su físico o porque ya no tiene un sexo tan bueno con su mujer y ella lo hace porque no se siente querida, van diluyéndose y se intercambian. En el libro ¿Por qué somos infieles las mujeres? (Gedisa) de la psicoterapeuta y pedagoga Gisela Runte, explica que muchas de las entrevistadas, hablan de ese sexo que ya no es igual con su pareja de hace tiempo y que eso les hace buscar a uno que les recuerde la pasión del pasado. “¿Son las mujeres todas unas románticas irredentas, anhelantes de un amor puro para toda la vida, en continua búsqueda de un padre para sus hijos?”, pregunta en el libro. “Falso, la infidelidad femenina es un hecho mucho más frecuente de lo que imaginamos. Y cada vez lo será más porque la mujer ha cambiado; durante siglos su voz fue acallada y sus necesidades ignoradas o desatendidas. Sin embargo hoy, al menos en el mundo occidental, la mujer es cada día más protagonista de su propia vida, y lo es desde que ha decidido experimentar aquello que deseaba. Y entre las numerosas necesidades largamente pospuestas, la de la satisfacción sexual es quizás la que más ha revolucionado su vida. Ahora la mujer se ha decidido a buscar fuera lo que por una razón u otra no encuentra en casa, tal y como históricamente lo han hecho sus marido”.

Su planteamiento puede parecer excesivamente radical, pero es cierto que algunos de los testimonios de su libro son especialmente esclarecedores. Como el de Anne, que dice: “Con todo el amor que sentía por mi marido, en la cama no lo encontraba nada excitante. Me resultaba sencillamente muy aburrido. Yo no tenía ninguna otra experiencia sexual, pero no podía creerme que aquello fuese todo”

O el de Petra, que no podemos negar que tiene cierta lógica y puede equivaler al presuntamente femenino “me duele la cabeza”: “Mi marido no soportaba que la iniciativa fuera mía. Por lo tanto, no me quedaba otro remedio que sentarme a esperar que mi deseo sexual fuera satisfecho”

Las funciones alternativas de la infidelidad

Pero la doctora Fernández sí reconoce que hay alguna diferencia respecto a la infidelidad en la forma de pensar y actuar de hombres y de mujeres. “La falta de libertad, la sensación de estar ya en una relación estable a veces lleva a los hombres, y no tanto a las mujeres, a probarse a si mismos que no están tan vinculados a alguien y son infieles. Es el típico síndrome de alrededor de los 6 meses de relación, en la que algunos hombres con una tendencia a eludir los compromisos o bien tiene un desliz o llaman a una ex novia o coquetean mas de la cuenta con alguien. Es una especie de rito de iniciación. Si eso sucede y no vas más allá, normalmente, la relación de la que intentan convencerse que no están tan vinculados, suele ir adelante”.

Algunos hombres con una tendencia a eludir los compromisos o llaman a una ex novia o coquetean mas de la cuenta con alguienEse es el caso de Alfredo T. que reconoce que las dos veces que ha sido infiel en su vida ha sido por una razón que tiene que ver con el miedo al compromiso. “Ahora que estoy casado y tengo hijos”, explica, “me doy cuenta de que fue por ese motivo totalmente. Hombre, me he casado a los 43 y el primer hijo lo he tenido a los 48. Pero recuerdo que con las parejas serias que he tenido había un patrón que solía repetirse. No siempre, pero quizá con las que me tenían más enamorado. De hecho, con mi actual mujer me pasó. Cuando veía que ya empezábamos a vernos casi todos los días o que hablaban del futuro; me refiero al fin de semana siguiente, no hablo de nuestra vejez, tenía un resorte que me hacía empezar a fijarme en alguna otra o dejar que sucedieran determinadas cosas. Y yo, la verdad, es que soy fiel, no me gusta engañar y lo paso mal. Pero no lo podía evitar, era como una travesura de un adolescente que se enfrenta a un presunto poder paterno. Y la única vez que he sido infiel pero durante un par de meses y eso hizo que se rompiera la relación, fue cuando una novia me planteo muy seriamente que quería ser madre. Yo no tuve narices para decirle que no me veía preparado y huí consciente o inconscientemente y me lié con una chica de casi cincuenta años, me temo que no hay que ser psicólogo para entender lo que pasaba por mi cabeza”.

En cualquier caso, aunque parezca que todo el mundo es infiel, que todos tendemos a caer en la tentación, no es así. Hay gente más proclive que otra. Obviamente los que tienen un deseo sexual o bien exagerado (es decir los adictos al sexo) o mucho mayor que la pareja que han elegido. Pero también los que tienen un deseo de cariño y de atención inmensos, que sólo, según el doctor Fernández “se sientes seguros en la etapa del cortejo, cuando les dicen mil veces lo estupendos que son y les adulan, cosa que lógicamente queda reducida cuando la pareja se establece como tal”. Y esto, al parecer, tiene mucho que ver con la infancia: “una persona que de niño fue desatendido”, comenta Fernández, “extremadamente sobreprotegido, inseguro, proveniente de una familia disfuncional, o en donde no hay la promoción de valores y principios, es más probable que cuando mayor sea infiel a su pareja”.

Podemos recurrir a los tópicos del amor romántico, a decir que hay cosas contra las que no se puede luchar, que el corazón (u otros órganos del cuerpo) mandan sobre la razón… También podemos apelar a los postulados del amor libre, del movimiento hippie, a asegurar que la fidelidad es un invento burgués, que nadie es de nadie, que no nos importa que nuestra pareja tenga sexo con otra persona y que nosotros también lo hacemos porque no pasa nada. Sí, todo eso está muy bien. Pero, excepto en casos muy especiales a los que se podría dedicar otro reportaje, está claro que si somos sinceros con nosotros mismos debemos reconocer que una infidelidad, lo que toda la vida se ha llamado “los cuernos” no surgen cuando una pareja vive en su momento, cuando uno está en una etapa de seguridad y de luna de miel. Uno es infiel cuando algo no acaba de encajar. Algo que puede ser tan nimio como el simple desgaste y la monotonía a algo más radical como que no te atreves a romper directamente y una infidelidad no del todo bien disimulada con su posterior descubrimiento hace que el noviazgo o el matrimonio se rompa, sin necesidad de dar demasiadas explicaciones y encima con el consuelo que siempre ofrece tener una nueva compañía.