Es noticia
Comer en el trabajo está dañando seriamente tu bolsillo (y tu salud)
  1. Alma, Corazón, Vida
¿SABEMOS LO QUE GASTAMOS CADA DÍA?

Comer en el trabajo está dañando seriamente tu bolsillo (y tu salud)

La rutina es conocida. Cuando llegamos al trabajo, el café de primera hora es imperdonable. Nos sirve para despertarnos y charlar con los compañeros antes de

Foto: Comer en el trabajo está dañando seriamente tu bolsillo (y tu salud)
Comer en el trabajo está dañando seriamente tu bolsillo (y tu salud)

La rutina es conocida. Cuando llegamos al trabajo, el café de primera hora es imperdonable. Nos sirve para despertarnos y charlar con los compañeros antes de comenzar una larga jornada laboral. Un par de horas más tarde, el hambre comienza a hacer acto de presencia, así que quizá nos dé por acudir a la máquina de vending de la empresa y comprar unos cacahuetes, unas patatas, una chocolatina o incluso un sándwich envasado. Todo cambia al mediodía, porque seguramente habremos cocinado la noche anterior algo para llevarnos a la boca. Pero si no lo hemos hecho, quizá tengamos que salir a comer fuera. Total, un día es un día.

Por supuesto, el café de después de comer es imperdonable. Quizá no porque nos apetezca especialmente, pero sí porque nos permite relajarnos por un rato, a pesar de que la cafeína cause el efecto completamente opuesto. Por la tarde, el bucle entre el cansancio, el hambre y la máquina de vending vuelve a comenzar. Más cacahuetes, más chocolatinas y más sándwiches, si surge algún problema y la jornada se alarga. Pues bien, si es así, podremos haber gastado al año hasta más de 3.000 euros en el peor de los casos, 280 en el mejor. En 20 años de carrera, de 60.000 euros a 5.600. En cualquier caso, las montañas se hacen grano a grano, por mucho que ese café de media mañana que cuesta medio euro parezca perfectamente asequible.

Cuando gastamos más de lo que pensamos

Los consumidores gastamos dinero a dos velocidades. Una es la de las grandes compras –vivienda, coche, pero también electrodomésticos o tecnología–, y otra es la del día a día, que pasa muchísimo más desapercibida debido a que no supone dispendios particularmente cuantiosos. Esta semana, un estudio inglés ponía de manifiesto que toda una vida de comida en el trabajo puede costar unas 90.000 libras (más de 104.000 euros, unos 17 millones de pesetas) a lo largo de toda nuestra existencia.  

Si nos tomamos dos cafés al día, a lo largo del año nos estaremos gastando más de 460 eurosLa encuesta, cuyas conclusiones se enunciaban en un tono inequívocamente amenazador, señalaba que con el dinero que los ingleses gastan en bebida y comida durante su jornada laboral pueden pagar la hipoteca de una casa o saldar sus deudas hasta seis años antes de lo esperado. El cálculo cae por su propio peso: si la comida cuesta unas cinco libras, y el café dos y media, señala la investigación, sólo hay que sumar y multiplicar. Por eso mismo, es fácilmente extrapolable a España, ajustando los precios.

Veamos. Si el café en la máquina de vending puede costar unos 45 céntimos (más del doble si acudimos a una cafetería para tomarlo), y nos tomamos unos dos al día, estaremos gastando unos 90 céntimos en cafeína. Añadamos un margen de unos 60 céntimos para el complemento habitual –chocolate, algo de picar o una Coca-Cola– y nos encontraremos con un gasto de 10,5 euros semanales, 42 mensuales y 462 anuales, teniendo en cuenta que estamos un mes de vacaciones. Es decir, nos gastamos el sueldo de un becario sólo en tentempiés. Pero pensemos en grande y multipliquemos ese dinero por los 40 años de nuestra carrera laboral (década más, década menos) y veremos que gastamos más de 18.000 euros, tres millones de pesetas, en piscolabis.

Según la FUCI, un 58% de trabajadores come de menú del díaAñadamos ahora la comida, si es que nuestra empresa no nos proporciona tickets restaurante. El menú del día puede salir por unos diez euros, aunque podemos acudir a un restaurante de comida rápida, lo cual bajaría a los seis euros. Dejémoslo en ocho: en ese caso, estaríamos gastando unos 160 euros al mes en comida, algo que no está al alcance de todos los bolsillos. Con el café y los snacks, el montante ascendería a los 202 euros mensuales. Una encuesta publicada este mismo mes por la FUCI, Federación de Usuarios-Consumidores Independientes, elevaba esta cantidad a los 217 euros. Además, los datos de la organización señalaban que seis de cada diez españoles comen fuera de casa, debido a que no nos da tiempo a llegar al hogar durante el mediodía. De los cuales, un 58% comen de menú, mientras que el 37% se alimentan de la comida preparada en su propia casa. El 5% restante recurría a la carta del restaurante. ¿Estamos comiendo por encima de nuestras posibilidades?

Haciendo una sencilla regla de tres, y eliminando las vacaciones, invertiríamos unos 1.760 euros al año en comer fuera. Añadiendo los complementos, 2.222 euros al año. Es decir, más de dos sueldos mensuales de un mileurista. ¿Y si trabajamos durante 30 años en la misma empresa, gastando el mismo dinero? 52.800 euros solo en menús del día, 66.660 con café, Coca-Cola y galletitas. Nunca volverás a observar la sopa castellana y el filete de ternera con los mismos ojos.

El peso de la comida en la oficina

Otro estudio publicado en Gran Bretaña esta misma semana alerta ante las graves consecuencias que comer durante la jornada laboral puede tener no tan sólo para nuestro bolsillo, sino también para nuestra salud. Resulta cada vez más habitual que el frenesí laboral, acuciado por la atención continua que depositamos en la red y el teléfono móvil, nos empuje a comer en nuestro propio escritorio. Muchas veces, lo primero que pillamos, que cuanto antes nos lo ventilemos, mejor que mejor. Como señalan los datos del estudio, uno de cada diez ingleses realiza tres de las comidas diarias en su puesto de trabajo, aun a costa de su salud mental y física.

El teclado del ordenador puede tener muchos más gérmenes que un cuarto de bañoLos datos recogidos por la empresa proveedora de material de oficina Viking señalan que hasta un 50% de los ingleses comen y desayunan en su escritorio, que un 20% arrasa con la máquina de vending en algún momento a lo largo del día y que la veda se abre a las diez de la mañana, de manera que a las cinco de la tarde, muchos trabajadores vuelven a tener hambre y realizan su tercera comida a dicha hora. Con unos sencillos ajustes temporales ocasionados por el hecho de que la jornada laboral española suele comenzar más tarde, más o menos ese podría ser el mismo horario al que nos enfrentamos en nuestro día a día.

Las consecuencias de comer en nuestro trabajo continuamente pueden ser muy negativas. En primer lugar, como señala la Asociación de Diabéticos Estadounidense, porque nos convertimos en comedores sin conocimiento, ya que nos dejamos distraer por el ordenador o el teléfono y no nos damos cuenta de lo que nos llevamos a la boca, alimentándonos más de lo necesario. Como hemos señalado anteriormente, la alimentación ‘mindful’ es esencial para comer correctamente.

No permitirnos una pausa para comer, además, agrava el estrés, y masticar mal y de forma apresurada puede hacernos ganar peso rápidamente. Una última razón para evitar comer en la oficina: el teclado y el ratón del ordenador son el hábitat preferido para un gran número de genes que nuestros dedos transportan. Como señalaba un estudio realizado por médicos del University College London Hospital, los teclados de nuestra computadora pueden tener un 400% más de posibilidades de tener gérmenes que un cuarto de baño. Así pues, cuando el nerviosismo te venza y quieras ganar unos minutos comiendo frente a la pantalla, quizá convenga recordarse esta larga lista de consecuencias negativas.

La rutina es conocida. Cuando llegamos al trabajo, el café de primera hora es imperdonable. Nos sirve para despertarnos y charlar con los compañeros antes de comenzar una larga jornada laboral. Un par de horas más tarde, el hambre comienza a hacer acto de presencia, así que quizá nos dé por acudir a la máquina de vending de la empresa y comprar unos cacahuetes, unas patatas, una chocolatina o incluso un sándwich envasado. Todo cambia al mediodía, porque seguramente habremos cocinado la noche anterior algo para llevarnos a la boca. Pero si no lo hemos hecho, quizá tengamos que salir a comer fuera. Total, un día es un día.