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Por supuesto que sí: cuanto más dinero tenemos, más felices somos
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Por supuesto que sí: cuanto más dinero tenemos, más felices somos

En estos tiempos de inestabilidad económica en los que todos los estratos sociales se han visto afectados en mayor o menor grado, el mensaje más habitual

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Por supuesto que sí: cuanto más dinero tenemos, más felices somos

En estos tiempos de inestabilidad económica en los que todos los estratos sociales se han visto afectados en mayor o menor grado, el mensaje más habitual desde la ciencia y la psicología positiva suele ser el de que ha de imperar la tranquilidad y recordarnos que el bienestar material no es condición imprescindible para la felicidad y que otros factores más psicológicos o sociales son de vital importancia. Por eso, un estudio publicado en la revista Emotion que defiende, a partir de una gran cantidad de datos, la teoría totalmente opuesta, ha llamado la atención de los medios de comunicación de todo el planeta. La investigación se atreve a afirmar que el dinero sí que da la felicidad, que quien dispone de más ingresos, goza de una mayor satisfacción y que determinado nivel de ingresos económicos es condición sine qua non para gozar de bienestar psicológico. Es lo que indica la investigación realizada por los norteamericanos Daniel W. Sacks, Betsey Stevenson y Justin Wolfers y titulada The new stylized facts about income and subjective well-being.

La correlación entre bienestar mental e ingresos económicos es claraGran parte de la bibliografía científica contemporánea había hecho hincapié en que lo más importante es la felicidad relativa, es decir, gozar de un nivel económico y un bienestar material suficientes y no muy dispares al de las personas que nos rodean, y que por ejemplo, serviría para defender la en muchas ocasiones estereotipada felicidad de los países africanos. Sin embargo, este estudio señala en la dirección completamente opuesta y nos recuerda que, en realidad, la relación entre dinero y felicidad es absoluta. Como explicitan los investigadores del Departamento de Economía de los Negocios de la Universidad de Pensilvania en la presentación del estudio, “la gente más rica es más feliz que la gente más pobre”. Unas conclusiones que se reflejan en todos los ámbitos posibles, ya sea “comparando personas durante un mismo año en un mismo país, comparando personas de diferentes países, u observando cómo ha crecido económicamente un país”. En resumen, no hay que llevarse a engaño: el dinero importa, y mucho.

Los países ricos son más felices

Sin paños calientes, los investigadores señalan que, en la mayor parte de casos, un mayor producto interior bruto influye de manera directa en la sensación de bienestar percibida por sus habitantes. A través de los datos de la encuesta sobre felicidad realizada por Gallup cada año en 122 países, los estudiosos señalan que la correlación entre ambos factores “es muy fuerte”. Tanto que los países con una mayor renta per cápita del mundo (desde el número uno al diez, Qatar, Suiza, Kuwait, Australia, Canadá, Austria, Singapur, Emiratos Árabes, Brunéi y Nueva Zelanda) son aquellos en los que la felicidad percibida es mucho más alta. Tan sólo se desviaban de la media de manera significativa Bulgaria –un gran PIB per cápita, mucho menos bienestar– o Zimbabwe, cuyo nivel de satisfacción era de cinco, bastante más alto de lo que cabría esperar teniendo en cuenta que presenta uno de los niveles económicos más bajos.

La felicidad es exponencial

Otro de los datos que el estudio pone de manifiesto es que la relación que existe entre el bienestar y el aumento de los ingresos es exponencial, lo que explicaría la tan cacareada insaciabilidad que, en teoría, define a los grandes magnates del planeta (y que, por ejemplo, nos recordaría por qué a un futbolista le parece tan importante ganar 15 millones de euros en lugar de 10). Esto quiere decir que, como señalan los autores, para conseguir la misma sensación que se obtuvo al doblar los ingresos de los 60.000 euros a los 120.000, no es suficiente con alcanzar los 150.000, sino que es necesario doblar la jugada y alcanzar los 240.000.

Los nuevos datos niegan la 'paradoja Easterlin'Lo cual tiene, obviamente, su contrapartida, ya que una vez se ha alcanzado determinado nivel económico, cada vez resulta más complicado obtener ese chute de adrenalina que el dinero nos dio en el pasado. Sin embargo, señala el estudio, no hay límite para la felicidad que el dinero otorga, una de las conclusiones más innovadoras de dicho estudio y que pone en tela de juicio gran parte de las ideas comúnmente manejadas por la psicología del bienestar.

Resolviendo el problema de Easterlin: nadie se sacia del dinero

La llamada “paradoja Easterlin”, enunciada por primera vez en 1974 y que debe su nombre al investigador Richard Easterlin, señala que aunque el dinero es un condicionante que influye en la felicidad de cada persona, sólo lo hace hasta determinado punto, ya que la felicidad tiene un “techo” (en la terminología del autor) que implica que, cuando uno ha alcanzado determinados niveles de satisfacción, ya no puede ir a mejor. Eso explicaría que los ricos de países con niveles económicos muy diferentes manifestasen una felicidad semejante, ya que el dato determinante es el de la llamada Felicidad Interior Bruta, que pone en relación la satisfacción personal con la del resto del país.

Un aumento de ingresos estable e ininterrumpido, factor clave para la satisfacción personalLos autores se atreven a negar tal paradoja indicando que uno siempre puede sentirse cada vez más contento a partir del aumento de sus ingresos económicos, aunque sólo multimillonarios como los que copan las listas realizadas cada año por Forbes puedan afirmar con total rotundidad dicha idea. Otra posibilidad que apunta el estudio, no obstante, es que puede ser que sí exista un límite, pero que aún no se haya llegado a tal punto. Quizá haya que preguntarle a Bill Gates, Carlos Slim o Amancio Ortega, los que más cerca se encuentran de dicha frontera, sobre lo que necesitan para experimentar una sensación de felicidad.

En la investigación los autores interpretan dicha idea desde un punto de vista práctico, al señalar que, frente a la teoría que defiende que una vez cumplidos los mínimos exigibles en la sociedad, todo el mundo debería ser feliz, y por lo tanto es innecesario proporcionar una gran riqueza para todos, sí que sería útil para mejorar el bienestar de un país intentar que sus habitantes aumenten continuamente, y de manera estable (un factor importante) sus ingresos.

Los europeos, más satisfechos

¿Un dato que pone en tela de juicio lo anteriormente expuesto? Que, a diferencia de lo ocurrido con otros países investigados, en Estados Unidos la felicidad percibida por sus ciudadanos es inversamente proporcional al aumento de sus ingresos. Lo cual apunta a otro factor que habitualmente aparece en este tipo de investigaciones: que el aumento de la renta per cápita general ha ido acompañada de una creciente desigualdad entre las capas más y menos adineradas de la sociedad. Mucho mejor nos va en Europa, ya que como señala el estudio, la desigualdad ha aumentado de manera mucho menos significativa. En concreto, la mitad que en Estados Unidos, con la única excepción de Bélgica, donde la relación entre ambos factores es mucho más tenue.

La movilidad social puede ser tan importante como el dinero ingresadoPor eso mismo, los autores aclaran que aunque “el crecimiento económico está relacionado con un aumento de la felicidad”, no hay que pensar que un vistazo a la renta per cápita vaya a descubrirnos cómo de satisfechos están sus habitantes, aunque sí pueda proporcionarnos una buena pista. Una última consideración a tener en cuenta en este aspecto es que, en algunos casos, puede ser que lo que haya causado el aumento en el bienestar percibido no sean necesariamente los ingresos en absoluto, sino la movilidad social que estos favorecen. Una idea importante en cuanto que en el país natal de los investigadores, Estados Unidos, una de las discusiones que están surgiendo con mayor frecuencia durante los últimos tiempos es precisamente la dificultad de escalar socialmente en la antiguamente llamada “tierra de las oportunidades”.

En estos tiempos de inestabilidad económica en los que todos los estratos sociales se han visto afectados en mayor o menor grado, el mensaje más habitual desde la ciencia y la psicología positiva suele ser el de que ha de imperar la tranquilidad y recordarnos que el bienestar material no es condición imprescindible para la felicidad y que otros factores más psicológicos o sociales son de vital importancia. Por eso, un estudio publicado en la revista Emotion que defiende, a partir de una gran cantidad de datos, la teoría totalmente opuesta, ha llamado la atención de los medios de comunicación de todo el planeta. La investigación se atreve a afirmar que el dinero sí que da la felicidad, que quien dispone de más ingresos, goza de una mayor satisfacción y que determinado nivel de ingresos económicos es condición sine qua non para gozar de bienestar psicológico. Es lo que indica la investigación realizada por los norteamericanos Daniel W. Sacks, Betsey Stevenson y Justin Wolfers y titulada The new stylized facts about income and subjective well-being.