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Así arruinaron los japoneses la educación: un modelo a olvidar
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Así arruinaron los japoneses la educación: un modelo a olvidar

Hace veinte años, el sistema educativo japonés era un ejemplo para el mundo. La estrecha relación entre empresas y universidades había hecho que los estudiantes japoneses

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Así arruinaron los japoneses la educación: un modelo a olvidar

Hace veinte años, el sistema educativo japonés era un ejemplo para el mundo. La estrecha relación entre empresas y universidades había hecho que los estudiantes japoneses tuvieran asegurado un puesto de trabajo nada más finalizar sus estudios, e incluso antes. El país no conocía el paro, las escuelas y universidades eran muy exigentes y el fracaso escolar era prácticamente inexistente. Hoy poco queda del milagro educativo japonés. Las aulas están vacías, debido al frenazo de la natalidad, y todos los años cierran un puñado de universidades, porque son incapaces de atraer estudiantes.

A este contexto nada halagüeño se añade un problema que, muchos consideran, es pilar en el fracaso del sistema: Japón se encuentra en la cola de la enseñanza de idiomas. Hasta el año 2000, cuando se cambió la ley educativa, el sistema no contemplaba la enseñanza de inglés hasta la escuela secundaria, entre los 13 y los 15 años. Y ahora que se empieza a impartir desde primaria faltan profesores con un nivel adecuado.

Ante este panorama cobró gran importancia la acreditación externa de las habilidades lingüísticas, y particularmente la pruebas de inglés TOEIC (Test of English for International Communication) –la versión para entornos empresariales del TOEFL (Test of English as a Foreign Language) que se diseñó ex profeso pensando en el entorno japonés– que las empresas empezaron a exigir a medida que se hizo necesaria una mayor apertura hacia mercados internacionales. Ayer visitaron Madrid los más altos responsables de la organización sin ánimo de lucro que imparte estos exámenes en el país nipón, The Institute for International Business Communication (IIBC). Su cometido: explicar a los responsables de estas pruebas en España, la consultoría Capman, cómo estos test se abrieron paso tan rápidamente en Japón, y qué importancia tiene la implantación de un sistema de acreditación unificado que mida las competencias lingüísticas.

La revolución de los estudiantes mediocres

Aprovechando esta visita, Naotomi Umezawa, director ejecutivo del IIBC, ha explicado a El Confidencial las particularidades del sistema educativo japonés y por qué razón se ha quedado estancado. Basta analizar un dato para darse cuenta de que algo no funciona. El 45% de los trabajadores japoneses tiene un título universitario –es el tercer país del mundo con mayor número de licenciados– pero las tasas de desempleo de estos es muy alta, de un 15%. Las universidades japonesas, además, no dejan de bajar en los rankings internacionales. La universidad de Tokio, la más prestigiosa del país, no aparece en la mayoría de listas hasta la posición 30.

Hace una década si lograbas entrar en la universidad no hacía falta estudiar mucho, sólo esperar, automáticamente tenías un trabajoUmezawa es claro al respecto, el nivel educativo de Japón está en franco declive: “El nivel del sistema universitario no ha dejado de bajar y bajar. En el pasado era muy importante para los estudiantes entrar en las mejores universidades. Una vez que entrabas,tu futuro estaba asegurado. Si lograbas entrar no hacía falta ni siquiera estudiar mucho, sólo esperar, automáticamente tenías un trabajo”.

El sistema se centró entonces en preparar a los estudiantes para superar la selectividad del país nipón, quizás el examen de acceso a la universidad más duro del mundo, al que los estudiantes dedicaban todo su esfuerzo. Una vez superado esto, todo era un camino de rosas, tal como cuenta Umezawa. Las universidades se hicieron cada vez menos exigentes: “Cuando los estudiantes llegan a la universidad están tan cansados, han estudiado tan duro, que no se esfuerzan mucho, no les quedan fuerzas”. El problema es que ahora, con la mediocridad campando a sus anchas, tal como cuenta el directivo japonés, ya no basta con llegar a la universidad, “una vez que llegas, aunque sea el centro más prestigioso, es muy difícil tener un trabajo asegurado. Hay que estudiar mucho”.

“Las compañías se van a globalizar, y lo van a hacer a la fuerza”

Japón es una sociedad muy conservadora, con unos valores tradicionales muy respetados pero que, de un tiempo a esta parte, parecen estar volviéndose en contra del progreso del país. Umezawa cree que los japoneses han vivido demasiado tiempo mirándose al ombligo y ahora tienen dificultades para abrirse al mundo: “Muchos estudiantes dicen que no quieren ir al extranjero, no quieren estudiar fuera, quieren quedarse en Japón porque si se van fuera unos años, piensan que cuando vuelvan no van a encontrar trabajo. Esto puede ser un problema. Por ejemplo, en Corea la gente es más abierta y se preocupa por tener presencia internacional. Hay muchos coreanos  y chinos en la ONU, en posiciones muy importantes, y no hay un solo japonés. Creo que los japoneses deberían salir fuera y trabajar en empresas extranjeras. Pero no ocurre. Somos muy conservadores, no queremos salir fuera y ver que hay gente mejor que nosotros. Además en Japón es más difícil emigrar, en Europa os movéis más, podéis ir a cualquier país”.

Hay muchos coreanos y chinos en la ONU, en posiciones muy importantes, y no hay un solo japonésEsta falta de apertura se está notando mucho en las universidades, que son incapaces de atraer a estudiantes extranjeros. Umezawa, que vuelve a su terreno siempre que puede, cree que esto se debe a la escasa importancia que se da al inglés en el sistema: “Los profesores no saben explicar nada en inglés. Si supieran dar alguna asignatura en este idioma podríamos atraer a estudiantes internacionales. Tenemos mucho sitio en las universidades, pues a medida que disminuye el número de jóvenes hay más puestos libres, el problema es que muchos centros están en bancarrota, y han tenido que cerrar, pues no hay suficientes estudiantes para que sean rentables. Los profesores y responsables de las universidades no se dan cuenta de que la solución está en conseguir que vengan a nuestras universidades estudiantes extranjeros. Estuve hablando con un profesor de la Universidad de Kyoto, una de las mejores del país. Me dijo que habían ido a ferias de educación superior de otros países para  atraer estudiantes extranjeros, pero nadie se acercaba siquiera al puesto. La gente, simplemente, no quiere venir. Los estudiantes extranjeros no están interesados en ir a Japón. Todos los carteles están en japonés, no los entienden, tendrían que estudiar japonés. Y es muy difícil. Año a año las universidades irán cerrando, cada vez quedarán menos”

Esta despreocupación por abrirse al mundo es primordial sin embargo en los entornos empresariales. Tal como explica Umezawa, las compañías niponas son cada vez más conscientes de que vivimos en un mundo globalizado, y que para moverse en él es muy importante saber inglés: “Ahora puede que no necesites empleados con inglés, pero no sabes si dentro de dos años tu compañía va a ser comprada por una empresa extranjera y tu jefe va a ser americano. Por eso es importante globalizar tu empresa para afrontar dificultades futuras. Ahora en Japón nos falta gente que sepa inglés. Muchas compañías invitan a sus empleados extranjeros a estudiar japonés, pero es difícil, por eso otras compañías, desde hace unos dos años, decidieron hacer que el inglés fuera el idioma oficial de la empresa, también en Japón. Muchos empleados tuvieron que estudiar inglés para adaptarse a la situación. En una empresa en concreto se ha pedido que los empleados tengan una puntuación de 600 en el TOEIC dentro de dos años. Quien no llegue a ese nivel será despedido. Las compañías se van a globalizar, y lo van a hacer a la fuerza”.

El declive del espíritu zen

Los japoneses tienen una imagen de gente tranquila, educada y trabajadora, algo que encaja con la mayoría de adultos, pero empieza a escasear entre los jóvenes. El país nipón no se enfrenta sólo a un problema en sus relaciones con el exterior, también entre sus propias generaciones. Muchos jóvenes ya no están dispuestos a vivir en una sociedad tan tradicional. Umezawa cree que es difícil explicar por qué los valores tradicionales japoneses están en declive, pero admite que, en definitiva, se están perdiendo las buenas costumbres: “Los valores del sistema educativo son difíciles de explicar. Tienen más que ver con el espíritu, con el zen. No es algo oficial, pero desde hace muchísimo tiempo los japoneses hemos sido criados para ser educados y respetar a otra gente. Tanto en la escuela como en la familia, en definitiva, se nos ha enseñado a comportarnos bien. Pero de un tiempo a esta parte estamos teniendo problemas que no conocíamos, los estudiantes se aburren e increpan a los profesores. Tenemos además un problema de violencia en el aula. Los alumnos se están volviendo muy agresivos, increpan a los profesores, no les tratan bien, y se pelean entre ellos. Es un gran problema. Los japoneses somos muy tranquilos, pensamos que los valores éticos son muy importantes, pero hay una tendencia hace unos años difícil de explicar”.Tenemos un problema de violencia en el aula. Los alumnos se están volviendo muy agresivos, increpan a los profesores y se pelean entre ellos

Según un informe del Ministerio de Educación japonés sólo en 2007 hubo 52.765 casos de violencia documentados en la escuela pública. Una cifra que no deja de subir año tras año. En muchos de estos incidentes, además, las víctimas eran los profesores.

El Gobierno fue sensible a esta realidad, que comenzó a hacerse evidente a partir del año 2000, e intentó modificar el sistema para que fuera más abierto, menos conservador, aún a riesgo de que el nivel educativo bajara. La realidad es que parece que no se ha logrado gran cosa, debido principalmente, tal como explica Umezawa, a la inestabilidad del sistema político: “Hasta ahora la economía japonesa era muy fuerte, y los gobiernos eran muy estables, ahora es todo inestable. Si un Gobierno hace cambios en la política solo duran hasta que llega otro primer ministro”.

Todo esto viene de la mano de un problema demográfico, similar al que se plantea en España: la población japonesa está envejeciendo. “Tenemos pocos jóvenes y muchos viejos y el Gobierno tiene que asegurarse de que se paguen las pensiones”, explica el directivo japonés. La realidad, reconoce Umezawa, es que no se quiere invertir en educación: “Sería bueno si hubiera escuelas públicas dónde se impartieran materias en inglés, pero la educación es muy cara, y el porcentaje del presupuesto que invierte el Gobierno japonés no para de bajar. El Gobierno no puede pagar la educación, son los padres los que tienen que hacerlo. Pero la economía es mala, y no pueden pagar. He trabajado muy duro para que mi hija pueda acudir a una escuela internacional, y su inglés sea mejor que el del resto, pero hay mucha gente que sólo puede llevar a sus hijos a la escuela pública”.

El porcentaje del presupuesto que invierte el Gobierno japonés en educación no para de bajarDada la situación los estudiantes se ven obligados a hacer los test de inglés que acrediten unos conocimientos que no han podido obtener en la escuela. No son malos tiempos para las academias de idiomas y los examinadores. La empresa de Umezawa realizó el año pasado 2,3 millones de pruebas. En 2009 hicieron tanto dinero que el Ministerio de Economía les presionó para que bajaran los precios. El directivo se queda muy sorprendido cuando le pregunto sobre el asunto, pero responde rápido y sin ambages: “Somos una organización sin ánimo de lucro, y no podemos tener beneficios, pero movemos mucho dinero y por eso el Gobierno nos pidió bajar los precios”. Su próximo objetivo es introducir los test en las escuelas, y conseguir que el TOEIC y el TOEFL se conviertan en los exámenes estandarizados que acrediten el nivel de inglés. Ahora sólo falta que las escuelas sean capaces de ofrecerlo. 

Hace veinte años, el sistema educativo japonés era un ejemplo para el mundo. La estrecha relación entre empresas y universidades había hecho que los estudiantes japoneses tuvieran asegurado un puesto de trabajo nada más finalizar sus estudios, e incluso antes. El país no conocía el paro, las escuelas y universidades eran muy exigentes y el fracaso escolar era prácticamente inexistente. Hoy poco queda del milagro educativo japonés. Las aulas están vacías, debido al frenazo de la natalidad, y todos los años cierran un puñado de universidades, porque son incapaces de atraer estudiantes.