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Son atractivos y graciosos pero no hay quien los aguante
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LOS NARCISISTAS, UNA PLAGA MODERNA

Son atractivos y graciosos pero no hay quien los aguante

En la era de la crisis de la autoestima, el narcisista es el rey. No se trata de algo nuevo, claro está. El hombre enamorado de

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Son atractivos y graciosos pero no hay quien los aguante

En la era de la crisis de la autoestima, el narcisista es el rey. No se trata de algo nuevo, claro está. El hombre enamorado de sí mismo, imbuido de unos encantos de origen casi divino, es una figura recurrente desde la Grecia clásica. En ella, Narciso era el bello joven que, condenado por Némesis a enamorarse de su propio reflejo en el agua, perdió su vida ensimismado en su propia contemplación. A día de hoy, en psicología clínica el narcisismo es considerado una patología que se relaciona con los delirios de grandeza y la distorsión de la realidad.

Una reciente investigación llevada a cabo en la Universidad de Gutenberg se preguntaba por qué nos atraen estas personas, si tan odiosas y dañinas nos suelen resultar. La conclusión a la que llegaba el estudio es que los narcisistas suelen causar, de entrada, una buena impresión. Son personas más extrovertidas, populares y abiertas, señalaba el texto. Además, visten mejor, sonríen más, se mueven de forma más segura y son más graciosos. Pero no se trata de unas características obtenidas por la gracia divina, sino que se trata de las estrategias que desarrollan para obtener rápidamente una retroalimentación positiva por parte de su entorno, el combustible del que se alimenta su ego.

La culpa repartida

Cuanta mayor era la tendencia de estas personas a explotar a los demás y cuanto más presuntuosos parecían, mayor era su atractivo percibido en un primer momento. Los estudiosos también descubrieron que es precisamente esa aceptación que tienen entre desconocidos lo que favorece a su egocentrismo: “Creemos que las reacciones socialmente positivas que los narcisistas obtienen pueden jugar un importante papel en mantener su problemático comportamiento interpersonal, fomentando las estrategias disfuncionales a largo plazo”. Dicho de otra forma, un entorno adulador influye sensiblemente en el desarrollo de una personalidad narcisista.

Existe una gran diferencia entre ser egocéntrico y tener una alta autoestimaLo que ocurre es que al recibir una respuesta positiva, los narcisos sienten que están haciendo lo que deben, y por lo tanto, su conducta es reforzada de manera positiva. Sin embargo, a largo plazo, la reacción del entorno es muy distinta: debido a su constante búsqueda de halagos por parte de su entorno, terminan olvidando las preocupaciones de los demás y las convenciones sociales, lo que los convierte en figuras indeseables, que raramente pueden mantener una relación personal durante un largo período de tiempo. La mayor parte de estudios psiquiátricos advierten que un narcisismo exacerbado puede derivar en conductas antisociales e, incluso en el empleo de la violencia física.

Dónde se encuentra la línea

Otro estudio llevado a cabo por diversos profesores canadienses, publicado bajo el hombre de El núcleo afectivo de la autoestima y el narcisismo, trazar con claridad la línea que separa a los egocéntricos de aquellos que meramente gozan de una gran autoestima. Y para ello emplean los conceptos de orgullo arrogante y orgullo auténtico. El primero, negativo, lleva a la persona a considerar que el mundo tiene la obligación de rendirle pleitesía, simplemente por ser él, mientras que el segundo, más positivo está relacionado íntimamente con unas buenas relaciones personales, el reconocimiento de las necesidades de los demás y la seguridad que proporciona el trabajo bien hecho.

El narcisismo relacionado con el orgullo arrogante aparece en la infancia como resultado de la excesiva idealización paterna del niño, dice el estudio, que comenzará a pensar que todo lo bueno que le ocurre es inherente a su naturaleza y no a sus actos o logros. Ello deriva, señala el estudio, en una necesidad de perfección continua, que impida a los demás marginar, señalar o humillar al niño. El narcisismo es, según esta línea de pensamiento, un mecanismo de defensa en el que las manifestaciones de prepotencia ocultan un implícito sentimiento de ineptitud.

¿Cómo se reconocen?

Los narcisistas se benefician de una buena utilización de las herramientas sociales que a corto plazo los convierten en personas queridas por su entornoUno de los estudios más interesantes en lo que compete a este tema es Retrato de un narcisista: manifestaciones del narcisismo en la apariencia física, realizado por Simine Vazire, Laura P. Naumann, Peter J. Rentfrow y Samuel D. Gosling que se pregunta si, efectivamente, el narcisista responde a unos rasgos físicos concretos. Y la respuesta parece ser que es afirmativa, que la apariencia física puede reflejar nuestro grado de narcisismo, ya que la preocupación por la apariencia se encuentra vinculada en un alto grado con el egocentrismo de los vanidosos.

De hecho, según dicho estudio, bastaba con un par de detalles externos para que los encuestados clasificaran rápidamente los ejemplos mostrados bajo la etiqueta de narcisistas. Entre algunos de estos datos se encontraban la ropa elegante, el tiempo dedicado al acicalamiento, la perfección en el maquillaje perfecto, las cejas depiladas o, en el caso de los hombres, el desarrollo de su musculatura. Marcas físicas que eran interpretadas rápidamente como una señal de vanidad por los encuestados.

Este estudio se encuentra en una línea semejante al realizado en la Universidad de Washington por Nicholas S. Holtzman y Michael J. Strube, Narcisismo y atractivo. Si el comportamiento de los narcisistas viene condicionado en un alto grado por las respuestas que reciben de los demás, la belleza física y el atractivo objetivo serían determinantes para obtener este tipo de refuerzos, como así refrendó la investigación. Que una mayor belleza objetiva se relacionase directamente con una mayor inclinación al narcisismo contradice las teorías que desde finales de los noventa han apuntado al carácter meramente ilusorio de la imagen de los vanidosos, que no es un delirio sin correspondencia en el mundo objetivo, sino una distorsión de este.

Precisamente es el propio Nicolas S. Holtzman el autor de otro estudio llamado Sonando como un narcisista: manifestaciones conductuales del narcisismo en la vida diaria, que se preguntaba si este tipo de personas se comportaban de una forma concreta. Y tras seguir en el día a día a unos cuantos de estos autoproclamados egocéntricos, llegó a la conclusión de que el narciso se caracterizaba principalmente por su extroversión, una mayor propensión a discutir con su entorno inmediato y un uso habitual del lenguaje explícitamente sexual.

La era del egocentrismo

La crisis económica es consecuencia de tal concepción del mundo, en cuanto que proporcionó una confianza desmedida en las posibilidades propiasUn gran número de ensayos han sido dedicados en tiempos recientes a recordar que vivimos en la era del narcisismo, ya no como una enfermedad psíquica, sino como un mal social que todos padecemos de una forma u otra. Es el caso, por ejemplo, de The Narcissism Epidemy (Free Press), que bajo el subtítulo de “la era de las exigencias”, defiende la idea de que el hombre contemporáneo ha creado una sociedad egocéntrica y egoísta a base de considerar su libertad individual y éxito personal como los mayores éxitos posibles.

Para sus autores, Jean M. Twenge y W. Keith Campbell, los Estados Unidos sufren una epidemia de narcisismo, aunque indican que se trata de una tendencia mundial. Se trata de una afección psicocultural, señalan, ligada a la preponderancia de lo material en nuestro mundo por encima de lo espiritual, de forma que se piensa que una buena apariencia es la clave del éxito. Los autores incluso llegan a considerar que la crisis económica es consecuencia de tal concepción del mundo, en cuanto que dio lugar a una confianza desmedida en las posibilidades propias. Una distorsión de la realidad bastante semejante a la realizada por el narcisista que, como dijimos, ocultaba sus inseguridades a partir de una máscara de excesiva confianza.

Otros sociólogos como Christopher Lasch han mantenido igualmente que vivimos en la era del narcisismo, en la que nos conducimos exclusivamente por nuestros intereses particulares. Para Lasch, el ciudadano contemporáneo se define por “no pensar demasiado en los demás, ni malgastar el tiempo en pensamientos demasiado profundos o en el amor. Tiene miedo de estrechar lazos y le repulsa la posibilidad de depender de algo o alguien, ya sea incluso de sí mismo”. Como Narciso ante la contemplación de su pretendidamente bello reflejo, que le hizo olvidar a su pretendiente Eco y le condenó, sin saberlo hasta que era demasiado tarde, a la muerte.

En la era de la crisis de la autoestima, el narcisista es el rey. No se trata de algo nuevo, claro está. El hombre enamorado de sí mismo, imbuido de unos encantos de origen casi divino, es una figura recurrente desde la Grecia clásica. En ella, Narciso era el bello joven que, condenado por Némesis a enamorarse de su propio reflejo en el agua, perdió su vida ensimismado en su propia contemplación. A día de hoy, en psicología clínica el narcisismo es considerado una patología que se relaciona con los delirios de grandeza y la distorsión de la realidad.