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El sistema se acaba y nada será igual: llegan los valores de la nueva izquierda
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"LA PRIMERA VÍCTIMA SERÁ UNA CLASE MEDIA MUY DÉBIL"

El sistema se acaba y nada será igual: llegan los valores de la nueva izquierda

La única certidumbre que nos ofrece un mundo altamente inestable como el nuestro es la de que nada será igual. Estamos viviendo un gran cambio, provocado

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El sistema se acaba y nada será igual: llegan los valores de la nueva izquierda

La única certidumbre que nos ofrece un mundo altamente inestable como el nuestro es la de que nada será igual. Estamos viviendo un gran cambio, provocado por un sistema que está en las últimas, asegura Vicente Verdú, autor de La hoguera del capital. No estamos ante una crisis, sino ante un fin de ciclo. Una buena prueba la tenemos en el estado de bienestar, cuyas transformaciones no son simples modificaciones coyunturales que sólo estarán operativas hasta que lleguen mejores épocas, sino que se convertirán en permanentes: lo que hoy se cambie ya no tendrá marcha atrás.

Vamos a vivir, pues, tiempos aún más complicados, cuya primera damnificada será una clase media muy débil. “Ningún sistema puede prosperar cuando sus capas intermedias desaparecen. Por mucho que tengan los ricos, nunca podrán comprar tanto, y en consecuencia, estimular tanto la demanda como una poderosa clase media. Las grandes desigualdades de la renta siempre han producido cracks sociales”.

Colaboración y empatía, el futuro

Además, la elección del debilitamiento institucional como fórmula para hacer frente a la crisis ( “un sistema político fuerte habría intervenido para llevar miles de millones de euros a familias y empresas que los necesitaban y hubiera impedido que las agencias de rating jugaran con nosotros”) marca un camino que, “por desgracia”, se agudizará en los próximos años. “Estamos viviendo la alianza entre la política y el capital, lo que ha provocado el aumento de la corrupción, pero también que la acción pública no se haya orientado hacia el bienestar de la población, sino hacia las exigencias de los mercados. Tomar las medidas más crueles para atender las garantías que pide el dinero no es el mejor camino”.

La autoridad patriarcal nos condujo a los gulags y a los campos de concentración

Sin embargo, tal cúmulo de elementos negativos no supone que el futuro vaya a resultar tan negro como sugieren sus presagios. También estamos presenciando tendencias emergentes en cuyas enormes posibilidades coincide gran parte de la nueva izquierda, ya provenga del lado socialdemócrata  o del extraparlamentario. Las ideas sobre colaboración, empatía y formas horizontales de ejercicio de la autoridad son el centro de esa izquierda que ha venido a sustituir a la que priorizaba las cuestiones materiales.

Diálogo, no puñetazos en la mesa

Es verdad, asegura Verdú, que los momentos de crisis se han caracterizado por la demanda de  grandes profetas y de líderes carismáticos a los que se pide que nos lleven a buen puerto y que mantengan el orden en un mundo inestable. Se trata de un deseo que sigue muy presente en la política de los últimos tiempos, donde gran parte de los líderes se han presentado como los salvadores de las situaciones difíciles, ya proviniesen las amenazas de cuestiones de seguridad (11 S) o económicas (la crisis actual). Pero sabemos que esos modelos, basados en una sociedad jerarquizada y patriarcal, “derivaron en el pasado en gulags y campos de concentración”, por lo que es preciso abogar por modos de ejercer el poder mucho más cercanos. Nada como la autoridad en la familia para simbolizar el cambio: “Hoy los padres tratan de dialogar y de atenerse a los criterios de los demás en lugar de imponer su voluntad a base de dar golpes en la mesa”. Tampoco el orden económico y el político se caracterizan por promover modelos rígidos de liderazgo: “Las empresas, en lugar de competir frontalmente, tratan de aliarse y los países procuran llegar al máximo número posible de acuerdos porque saben que, si actúan de otra manera, los resultados serán desastrosos”.

Lo emocional y lo empático están en el centro de la toma de decisiones

La revitalización de lo femenino es la primera consecuencia de este nuevo contexto, en tanto los valores que las mujeres promueven van a estar mucho más presentes en las decisiones que se tomen en los próximos años. En parte por el simple hecho de que la mujer está más presente en la sociedad y tiene mayor influencia en ella, pero también porque, apunta Verdú, “su forma de entender el mundo, más relacional y empática, es una de nuestras grandes necesidades sociales. Ellas han mantenido unidas a las familias, se han preocupado por fortalecer los lazos y han cuidado a quienes lo necesitaban mientras los hombres estaban ocupados. Y esa perspectiva es hoy imprescindible para mantener unida nuestra sociedad”.

Sentimiento contra razón

En buena medida, esta insistencia en lo emocional es la mera prolongación de aquella dicotomía habitual entre razón y sentimiento tan habitual en el suelo público del capitalismo de finales del XIX. Pero Verdú entiende que su reformulación apenas guarda relación con expresiones anteriores.  No es posible utilizar el pasado para entender el nuevo contexto, “ya que la diosa razón surgió en la revolución francesa para combatir un mundo supersticioso, tejido por toda clase de cegueras religiosas, y sustituirlo por el pensamiento lógico, la concatenación de las ideas y las premisas científicas. En ese mundo, la emoción era percibida como perjudicial, algo que conducía siempre hacia la perturbación mental. Pero hay que tener en cuenta que hoy la reivindicación del mundo emocional no se hace en nombre de dios, sino de la eficiencia. Política y económicamente, lo emotivo y lo empático están en el centro de la toma de decisiones, de las formas de relacionarse y del modo de ejercer el liderazgo en las organizaciones. Incluso el marketing tiene a la intuición y al corazón en su núcleo”.

Una transformación que opera en todos los niveles sociales, también en el político. Cuando el ciudadano dice “no nos representan” alude a una tendencia muy habitual, la de hacer desaparecer el intermediario de los procesos comunicativos, que es ya posible gracias  al enorme desarrollo de los medios técnicos. Para Verdú, “si las nuevas formas de relación son tan importantes hoy no es por una visión buenista de la existencia, sino porque, más allá de la fe religiosa o de las identidades culturales, lo que une a la gente es la comunicación. Relacionarse con los demás es el motor subyacente de la especie humana”.

La única certidumbre que nos ofrece un mundo altamente inestable como el nuestro es la de que nada será igual. Estamos viviendo un gran cambio, provocado por un sistema que está en las últimas, asegura Vicente Verdú, autor de La hoguera del capital. No estamos ante una crisis, sino ante un fin de ciclo. Una buena prueba la tenemos en el estado de bienestar, cuyas transformaciones no son simples modificaciones coyunturales que sólo estarán operativas hasta que lleguen mejores épocas, sino que se convertirán en permanentes: lo que hoy se cambie ya no tendrá marcha atrás.