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"Los rankings de la educación de élite son un inmenso negocio"
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¿SE DEBE MEDIR LA CALIDAD COMO UNA CANTIDAD?

"Los rankings de la educación de élite son un inmenso negocio"

La educación superior española vive un episodio de bochorno con cada publicación de un ranking de mejores universidades. La primera institución nacional en el ARWU –Academic

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"Los rankings de la educación de élite son un inmenso negocio"

La educación superior española vive un episodio de bochorno con cada publicación de un ranking de mejores universidades. La primera institución nacional en el ARWU –Academic Ranking of World Universities– es la Autónoma de Madrid, que sólo aparece a partir de la posición 200. En el prestigioso QS World University, por su parte, consideran que la mejor universidad española es la Autónoma de Barcelona, que ocupa el puesto 176 en la lista mundial.

Una situación que contrasta con la excelente posición que nuestro país tiene en los podios de escuelas de negocios. En el Global MBA Ranking 2012 elaborado por el Financial Times, dos escuelas de negocio españolas –la IESE Business School de la Universidad de Navarra y la IE Business School de Madrid– se sitúan entre las diez mejores del mundo, mientras que el Executive Education de BusinessWeek incluye en su top ten a la catalana ESADE. El esquema se repite en las listas de Forbes, The Economist o The Wallstreet Journal. ¿Deberíamos preocuparnos por la pobre puntuación de las instituciones españolas en los rankings universitarios mundiales? ¿O deberíamos celebrar, por el contrario, la posición aventajada de nuestras escuelas de negocio?

Cuestión de ¿calidad?

La respuesta, según Ellen Hazelkorn, se encuentra a medio camino. Esta profesora en el Dublin Institute of Technology acaba de publicar Los rankings y la transformación de la educación superior Rankings and the reshaping of higher education, Ed. Palgrave Macmillan– un manual en el que habla –y alerta– del modo en que estas listas eminentemente competitivas están cambiando, en fondo y forma, el tramo superior de nuestros sistemas educativos. “Los rankings no pueden evaluar integralmente la educación”, explica Hazelkorn a El Confidencial. “Seguramente sí pueden calificar algunos aspectos de la misma, pero no todos. La calidad educativa es un concepto muy complejo”.

Muchas instituciones invierten para elevar su posición en las clasificaciones, no para mejorar su propuesta educativa

Para esta especialista, la posición de un centro educativo en los rankings internacionales sólo es el correlato directo de un factor: la inversión que realiza para llegar a ese punto. “Se están haciendo muchas inversiones en las escuelas y en los centros educativos para mantener y fomentar algunos aspectos que sólo aparecen en las listas, y que en realidad no tienen nada que ver con la educación”. En otros casos, la metodología somete a un mismo procedimiento a centros y especialidades que poco tienen que ver entre sí. Esto también hace que el ranking premie “las disciplinas científicas y tecnológicas” por encima de cualquier otra, según Hazelkorn, haciendo que centros especializados en disciplinas sociales y humanistas lo tengan más complicado. “Al final se reduce a una mera cuestión de inversión”, que proviene en su mayor parte del ámbito público. “Eso es claramente una desventaja para países que atraviesan dificultades económicas, como el mío –Irlanda– o el vuestro”.

Educación elitista

Hazelkorn concluye que “los rankings transforman educación, especialmente a nivel nacional”. Ya la han transformado y lo harán aún más, según expone en su libro, pues cada vez concedemos más credibilidad a estas listas. La experta cita los métodos de evaluación de conocimientos como uno de los aspectos que más acusan esta inferencia: “Muchos de los métodos de evaluación acaban resumiéndose en términos cuantitativos cuando la educación es una materia cualitativa”, explica.

La exposición a los rankings hace que la inversión económica se concentre en unas pocas instituciones

La financiación es otro de los planos donde la educación se pliega en ocasiones al imperio de la clasificación. “Para que uno o dos centros entren en el Top 100 o Top 50 mundial, hay que gastar dinero. En muchos países se invierten grandes cantidades económicas en una o dos instituciones, sólo para que figuren en el ranking”. Algo que ocurre con frecuencia, según la experta, y a ritmo creciente. “Muchos países viven con frustración el hecho de que sus universidades más emblemáticas no puntúen en los rankings e invierten lo que haga falta para posicionarlas bien”.

Y la práctica, por supuesto, fomenta una educación asociada al estatus económico. “La mejor educación está reservada para los mejor posicionados económicamente”, explica Hazelkorn. “Eso no es nuevo. El problema es que las instituciones más dotadas económicamente son las que puntúan en los rankings, y a su vez son las que más dinero reciben de los Gobiernos”. Para la experta, toda inversión es “buena y necesaria” cuando se trata de mejorar la calidad de la enseñanza, pero cuando hablamos “sólo de mejorar la posición en una lista”, el dinero no se invierte necesariamente en políticas pedagógicas. Los ejemplos que recoge en su libro ilustran cómo los centros tienden a invertir este “gasto orientado al ranking” en factores como la estrategia de comunicación, las labores de promoción o la contratación de personalidades estrella, entre otros. También que, en este supuesto, la financiación implica una subida de las tasas de matrícula del centro, en muchas ocasiones hasta hacerse sencillamente inasequibles para el común de los mortales.

Herramienta para el cambio

En realidad, la noción que Hazelkorn pretende aportar es la de que la institucionalización de las listas no es un hecho pasivo, sino activo. “El ranking es una herramienta de transformación”, sintetiza. “Esta dimensión tiene especial importancia en países emergentes, con sistemas educativos incompletos. En muchas ocasiones los utilizan igual que en otros contextos, como un indicador, pero también como una herramienta de cambio a nivel interno”.

La elaboración de 'listas de mejores' es un arma cargada política e ideológicamente

De hecho, muchos rankings educativos no nacen con el ánimo de ilustrar, sino con el de transformar. Sirva el ejemplo de una de las listas más prestigiosas de nuestro país, el Ranking Mundial de Universidades en la Web –elaborado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas–, que persigue el objetivo de “promover la publicación web” y “apoyar las iniciativas Open Access, así como el acceso electrónico a las publicaciones científicas y a todos aquellos materiales de tipo académico”. Otro ranking, el ISI según Campos y Disciplinas, promociona la publicación de resultados de investigación en revistas internacionales. En muchas ocasiones, los gobiernos vehiculan sus necesidades educativas estratégicas a largo plazo mediante la puesta en marcha de programas competitivos que premien un determinado plano de lo pedagógico.

En otros casos, no obstante, los intereses que median en la elaboración de estas listas no son tan loables. “Hay un inmenso negocio en torno a los rankings”, explica la especialista, que en ocasiones conducen a prácticas deontológicas cuestionables. Los grandes nombres del negocio, por ejemplo, “compran y venden” los datos; los periódicos –fuente de algunos de las listas más prestigiosas de Estados Unidos– “buscan el favor de las universidades” para así favorecer su posición en sus rankings; los gobiernos “infieren interesadamente” en las metodologías, cuando no directamente en los resultados; etcétera. A esto se suman los “intereses políticos”, que conducen al sesgo ideológico y en muchos casos, nacionalista. “Las instituciones suelen salir mejor paradas en los rankings de su propio país”, ejemplifica Hazelkorn.

La educación superior española vive un episodio de bochorno con cada publicación de un ranking de mejores universidades. La primera institución nacional en el ARWU –Academic Ranking of World Universities– es la Autónoma de Madrid, que sólo aparece a partir de la posición 200. En el prestigioso QS World University, por su parte, consideran que la mejor universidad española es la Autónoma de Barcelona, que ocupa el puesto 176 en la lista mundial.