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El escritor al que temen los banqueros de la City
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'CAPITAL', LA 'HOGUERA DE LAS VANIDADES' DEL SIGLO XXI

El escritor al que temen los banqueros de la City

“Este año mi marido ha trabajado gratis. Sólo ha cobrado su salario, 300.000 libras, sin ningún bonus”. Esta frase, pronunciada por la mujer de un banquero

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El escritor al que temen los banqueros de la City

“Este año mi marido ha trabajado gratis. Sólo ha cobrado su salario, 300.000 libras, sin ningún bonus”. Esta frase, pronunciada por la mujer de un banquero en 2009, ha inspirado a John Lanchester (Hamburgo, 1962) a la hora de crear personajes como la fría Arabelle Yount, también esposa de banquero, para su nueva novela, Capital (cuya traducción al español ha publicado en abril de 2013 Anagrama), y que ya ha sido tildada de La hoguera de las vanidades del siglo XXI. Lanchester, hijo de un empleado del banco HSBC y  educado en Oxford, se hizo popular en nuestro país con el notable ¡Huy! Por qué todo el mundo debe a todo el mundo y nadie puede pagar (Anagrama), obra que en cierto modo prolonga en este fresco de nuestro tiempo (aparecen 17 subtramas) ambientado en un ficticio barrio londinense de clase media alta, Pepys Road.

Muchos de los personajes de mi libro cometen el error de pensar que lo único que importa es el dineroA través de sus personajes, Lanchester cuenta cómo un sentido disfuncional de la realidad se ha ido apoderando de nuestra época, algo que el escritor británico califica de pensamiento psicótico. “Una de las cosas que me interesaba reflejar en el libro es que la gente piensa en el capital sólo como capital financiero. En la novela y en la crisis aparecen otros tipos de capital: cultural, emocional… Conexiones con otras áreas de la vida. Muchos de los personajes de mi libro cometen el error de pensar que lo único que importa es el dinero”.

Estas conductas, sin embargo, no pueden subsumirse bajo el concepto codicia, advierte Lanchester, toda vez que hablamos de desórdenes de personalidad más que de defectos de carácter. Se trata de personas que trabajan 16 horas al día con la sola idea de aumentar su cuenta corriente. “Son patologías relacionadas con un deseo desordenado de tener más y más dinero. Es casi una noción intelectual, algo que me interesa mucho, precisamente porque no logro entenderlo”.

Dickens en el horizonte

Estas patologías sociales, tan frecuentes hoy, están desprovistas de un mecanismo reflexivo que permitiría su corrección. Como señala Lanchester, lo bueno de los personajes de ficción es que acaban extrayendo lecciones de sus andanzas que les ayudan a tomar el camino correcto. En la vida no es así, y la crisis es buena muestra. Sabemos las causas de la recesión (algo que Lanchester mismo explicó en ¡Huy!) pero eso no nos impide repetir los errores que nos condujeron a ella. O, al menos, puntualiza el escritor británico, no nos tomamos la molestia de arreglarlos. “El cambio en los gobiernos puede variar la dirección en la que se mueve el mundo, pero no transforma las leyes fundamentales del orden económico. La soberanía y la democracia están restringidas por el espacio económico. Hasta que no cambiemos ese balance la repetición será inevitable”.

Este es un momento ideal para escribir algo profundoEsta mezcla de tendencias sociales, económicas y  personales desordenadas remite invariablemente a autores clásicos, especialmente a Dickens, una sombra de influencia frecuente en Capital. De una parte, porque, como dice Lanchester, él quería hacer una novela “grande y gorda” sobre Londres al modo decimonónico, y no podía encontrar mejor referente en el que fijarse (“He tratado de leer conscientemente todo lo que Dickens escribió sobre Londres”). De otra, regresar a modelos literarios clásicos tiene algo de significativo frente a las tendencias narrativas de las últimas décadas del siglo XX, en tanto supone el alejamiento de experimentos formales para centrarse en la descripción de realidades cercanas. Así lo piensa Lanchester, para quien “las grandes novelas sociales van y vienen. La gente las reescribe regularmente porque la literatura es propicia para ese tipo de temas. Y este es un momento ideal para escribir algo profundo. O al menos así lo veo”.

Reflexionando sobre la desigualdad

Como tercer elemento, en Capital, como en las mejores obras dickensianas, se retrata un mundo de amplias diferencias en el que la brecha social tiende a crecer. “Las desigualdades han vuelto, al menos en el mundo de habla inglesa, donde han llegado a su punto más alto. La última vez que tuvimos una distancia tan grande entre los muy ricos -no el 1%, el 0,1% o el 0,01%- y el resto fue en el siglo XIX. Eso ya está aquí”.

Ha vencido la idea de que basta con acabar con todo tipo de restricciones para que todo el mundo se enriquezcaUna de las causas obvias de tales diferencias, explica Lanchester, tiene que ver con que el actual capitalismo no encuentra un contrapoder fuerte que le ponga límites. La política no parece ser lo suficientemente sólida como para ejercer un papel regulador, no hay, como en el pasado, organizaciones sociales que tengan la implantación suficiente para situarse como barrera y tampoco hay un sistema político exterior, caso de la URSS, que sirva de contrapeso. Como resultado, señala Lanchester, nos encontramos en una situación que supone “la completa victoria de la idea de que basta con acabar con todo tipo de restricciones para que todo el mundo se enriquezca; los ricos se harán cada vez más ricos y el resto bastante ricos. Pero la realidad no es así: los muy ricos se están haciendo mucho más ricos y el resto es cada vez más pobre. El experimento tiene una conclusión obvia, pero no parece que sus consecuencias hayan calado entre los políticos y la sociedad”.

Al mismo tiempo, esa idea de que todos formábamos parte de la misma sociedad, en general parapetada tras firmes líneas fronterizas nacionales, tampoco es válida hoy. No sólo hay en un mismo Estado tensiones entre pobres y ricos, sino que las hay entre razas, entre comarcas y regiones y entre las grandes ciudades y los entornos rurales. Al mismo tiempo, operan tendencias homogeneizadoras que igualan a las ciudades más relevantes, que comparten muchos aspector. “Estoy muy interesado por ver cómo será acogido el libro por la gente de otros lugares. Hay un tipo de atomización y fragmentación en Londres que quizá sea propia de una gran ciudad. El mundo presiona a las grandes ciudades, que están interconectadas y poseen características globales. Ciudades como Madrid, Londres o Nueva York tienen esto en común”..

“Este año mi marido ha trabajado gratis. Sólo ha cobrado su salario, 300.000 libras, sin ningún bonus”. Esta frase, pronunciada por la mujer de un banquero en 2009, ha inspirado a John Lanchester (Hamburgo, 1962) a la hora de crear personajes como la fría Arabelle Yount, también esposa de banquero, para su nueva novela, Capital (cuya traducción al español ha publicado en abril de 2013 Anagrama), y que ya ha sido tildada de La hoguera de las vanidades del siglo XXI. Lanchester, hijo de un empleado del banco HSBC y  educado en Oxford, se hizo popular en nuestro país con el notable ¡Huy! Por qué todo el mundo debe a todo el mundo y nadie puede pagar (Anagrama), obra que en cierto modo prolonga en este fresco de nuestro tiempo (aparecen 17 subtramas) ambientado en un ficticio barrio londinense de clase media alta, Pepys Road.