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Cinco claves para cambiar un sistema educativo agotado
  1. Alma, Corazón, Vida
DEBE PRIORIZARSE EL PENSAMIENTO DIVERGENTE

Cinco claves para cambiar un sistema educativo agotado

“Si te esfuerzas en la escuela, podrás estudiar una buena carrera y tendrás el trabajo asegurado”. La frase, que hasta bien poco era el dogma de

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Cinco claves para cambiar un sistema educativo agotado

“Si te esfuerzas en la escuela, podrás estudiar una buena carrera y tendrás el trabajo asegurado”. La frase, que hasta bien poco era el dogma de las escuelas, se ha convertido en una afirmación que pocos se atreven ya a pronunciar. El debate educativo ha sido una constante en la historia de la democracia, pero parece que estamos viviendo un punto de inflexión con motivo de la crisis. 

Sir Ken Robinson, escritor y conferenciante británico y uno de los mayores expertos mundiales sobre temas educativos, planteó en una charla dada en la Royal Society for the encouragement of Arts, Manufactures and Commerce de Gran Bretaña, la necesidad de una transformación de fondo en el modelo educativo occidental que, asegura, no ha cambiado gran cosa desde su invención en el siglo XIX. La charla, convertida en animación por un ilustrador, está dando la vuelta al mundo a través de Youtube, y sus reflexiones no han pasado desapercibidas.

1. Una reforma necesaria

Todas las naciones del mundo están reformando la educación pública. Hay dos razones para ello: una económica –¿Cómo podemos educar a nuestros hijos para que encuentren su sitio en las economías del siglo XXI, si ni siquiera sabemos cuál va a ser el estado de la economía al finalizar la semana?–, y otra cultural –¿cómo educamos a nuestros hijos en un mundo globalizado sin que pierdan su identidad cultural?–.

El problema, explica Robinson, es que estamos construyendo el futuro haciendo lo mismo que hicimos en el pasado y mientras, estamos alienando a millones de niños que no ven ningún futuro yendo a la escuela.

Elevar los estándares educativos no arreglaría nadaCuando vamos a la escuela nos trasmiten la idea de que “si te esfuerzas podrás estudiar una buena carrera y tendrás el trabajo asegurado”. Los niños ya no se creen esto y no les falta razón. Es mejor tener una carrera que no tenerla, pero ya nada te asegura que vas a encontrar un trabajo digno, particularmente si la ruta para conseguirlo pasa por renunciar a muchas de las cosas que uno considera importantes acerca de sí mismo. Elevar los estándares educativos, una de las propuestas más frecuentes para solucionar un problema, no arreglaría nada, pues no apunta a la médula del problema.

2. Un sistema caduco

El meollo de la cuestión es que el actual sistema educativo fue diseñado, concebido y estructurado para una época distinta. Se concibió en la Ilustración y en el entorno económico de la revolución industrial. Antes de esto no había sistemas de educación pública; sólo podías ir a colegios de Jesuitas si tenías el dinero para pagarlos. La educación pública, pagada mediante impuestos, obligatoria para todos y gratuita, era una idea revolucionaria. Mucha gente se opuso a ella. Pensaban que no era viable que los chicos de las calles y los hijos de los obreros se beneficiaran de la educación pública, pues iban a ser incapaces de aprender a leer y escribir.  

El modelo de educación pública ha causado el caos en la vida de muchas personas.El cambio fue capitaneado por el imperativo económico de la época, pero detrás de este había un modelo intelectual asumido: la esencia del pensamiento ilustrado, que se basaba en el razonamiento deductivo y, originalmente, en el conocimiento de los clásicos. Esto configuraba “la  mentalidad académica”. Este modelo intelectual está en los genes mismos del sistema de educación pública que divide a las personas en dos tipos: los “académicos” (gente inteligente) y los “no académicos” (no inteligentes). La consecuencia de esto es que mucha gente brillante cree que no lo es, porque han sido juzgados mediante la óptica de un pensamiento concreto, el de la Ilustración.

Robinson tiene claro que el modelo de educación pública –sustentado por dos pilares: el económico y el intelectual– ha causado el caos en la vida de muchas personas.

3. El TDAH, una epidemia ficticia.  

El trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) es considerado una epidemia moderna, que se atribuye a entre un 5% y un 10% de todos los niños en edad escolar. Para Robinson esta epidemia es “tan equivocada como ficticia”: “Los niños afectados están siendo medicados de forma rutinaria. Se trata de una moda médica. Vivimos en el periodo más estimulante de la historia de la tierra. Están sobrecargados de información y pueden centrar su atención en cualquier cosa: ordenadores, móviles, la publicidad, la televisión… Los regañamos por distraerse y queremos que se concentren en cosas aburridas, como la mayor parte de lo que se enseña en la escuela. Creo que no es una coincidencia que el TDAH haya aumentado a la par que los test estandarizados. A estos niños les están dando Ritalin y otro tipo de drogas con frecuencia peligrosas para que se centren y se calmen”.

4. Una educación estandarizada

No deberíamos perpetuar la mentalidad industrialTenemos un sistema educativo modelado según los intereses de la Industrialización, que es la época en la que se creó. Las escuelas están organizadas como fábricas: tienen timbres, instalaciones y materias diferenciadas, se educa a los niños en lotes por edades… Robinson se pregunta ¿por qué hacemos eso? ¿Es la edad lo más importante que tienen los niños en común? ¿Es la fecha de fabricación lo más importante?: “Conozco a niños mucho mejores que otros de su edad en distintas disciplinas, o niños que rinden más a distintas horas del día, o que son mejores en pequeños grupos, o en grandes, o solos…”

Si estamos interesados en cambiar el modelo educativo no deberíamos perpetuar la mentalidad industrial, la estandarización. Robinson propone ir exactamente en la dirección contraria.

5. El pensamiento divergente

Robinson cree que debemos fomentar el pensamiento divergente. No es lo mismo que la creatividad, que se define como el proceso para tener ideas originales que son valiosas, pero sí es una condición esencial de ésta. Es la capacidad para ver muchas respuestas posibles a una pregunta, o muchas formas de interpretarla; para tener pensamientos laterales –tal como los definió Edward De Bono–, no sólo lineales o convergentes; en definitiva, la capacidad para saber que no sólo hay una respuesta correcta.

Gran parte del proceso cognitivo ocurre en grupo y la colaboración es parte del crecimientoSegún un estudio, reflejado por George Land y Beth Jarman en su libro Breakpoint and Beyond: Mastering the Future Today, el pensamiento divergente disminuye a medida que los niños crecen. Esta capacidad debería ir mejorando con el tiempo, pero ocurre justo lo contrario. Todos la tenemos desde la infancia, pero se deteriora. Tal como explica Robinson, “los niños crecen en un sistema educativo, durante 10 años, en el que saben que hay una respuesta distinta, pero no se les permite utilizarla. No se puede mirar a los compañeros, ni copiarles, algo que fuera de la escuela se conoce como colaboración”.

Según el escritor británico, “esto no sucede porque los profesores lo quieran, sino porque el sistema funciona así, porque está en los genes de la educación. Debemos pensar diferente sobre las capacidades humanas, debemos sobrepasar las antiguas concepciones que dividen todo entre académico y no académico, abstracto o teórico… Hay que verlo como lo que es: un mito. Debemos entender que gran parte del proceso cognitivo ocurre en grupo y que la colaboración es parte del crecimiento. Si separamos a los niños, y les juzgamos de forma distinta, les apartamos de lo que debería ser el proceso natural de aprendizaje: en grupo. Desafortunadamente esto está en los hábitos de las instituciones y el hábitat de aquellos que las ocupan”.

“Si te esfuerzas en la escuela, podrás estudiar una buena carrera y tendrás el trabajo asegurado”. La frase, que hasta bien poco era el dogma de las escuelas, se ha convertido en una afirmación que pocos se atreven ya a pronunciar. El debate educativo ha sido una constante en la historia de la democracia, pero parece que estamos viviendo un punto de inflexión con motivo de la crisis.