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Cómo pasar dieciséis años viviendo sin dinero
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CRECE EL ACTIVISMO DE LOS 'SIN DINERO'

Cómo pasar dieciséis años viviendo sin dinero

Tiene 69 años, dos hijos, tres nietos, el pelo cano y la sonrisa generosa. Su niñez estuvo marcada por la II Guerra Mundial –fue una de

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Cómo pasar dieciséis años viviendo sin dinero

Tiene 69 años, dos hijos, tres nietos, el pelo cano y la sonrisa generosa. Su niñez estuvo marcada por la II Guerra Mundial –fue una de las refugiadas de la cruenta batalla de Memel– y después se ganó la vida como profesora en República Federal de Alemania. Heidemarie Schwermer, internauta primeriza y según dicen, gran cocinera, sería una abuela germana más de no ser por un particular que adereza su biografía: lleva más de 16 años viviendo sin dinero.

La vida sin el vil metal

Esta lituana de nacimiento fundó en 1994 el primer centro de intercambio solidario de Alemania y dos años después, animada por el éxito de la experiencia, decidió renunciar a todos sus bienes, que repartió entre sus familiares y amigos, y al uso del dinero. Desde entonces es formalmente pobre y una sin techo, pero come –y muy bien– todos los días, escribe libros, concede entrevistas en multitud de países y hasta ha superado problemas de salud sin disponer de seguro médico alguno. Hoy protagoniza el documental Living without moneyViviendo sin dinero–, que ilustra su aventura cotidiana. En él, Schwermer no sólo demuestra que, al menos en su caso, se puede vivir sin efectivo; también que se puede vivir bien y plenamente integrado en la sociedad y aun así, hacerlo sin utilizar dinero.

Algo que Heidemarie predicó sin cosechar un gran impacto hasta que un buen día decidió hacer pedagogía con el ejemplo. “Empecé a plantearme si realmente necesitamos tantas cosas y comprar y comprar. Y me convencí de que no, de que son posibles formas de vida que no pasen por el dinero”. Se planteó una experiencia de un año de duración viviendo sin dinero que luego se prolongó a dos, después a tres y finalmente, de forma indefinida. Schwermer descubrió que, en realidad, era más feliz así: “Me gusta mi vida”, afirma con rotundidad. “Escribo, hago cada día lo que me apetece: sencillamente, vivo”.

La nutrición no es un problema

Heidemarie no es la única activista del sin dinero. El finlandés Tomi Astikainen se dio a conocer gracias a su blog, donde explica cómo viajar sin efectivo, mientras Suelo –pseudónimo del americano Daniel James Shellabarger– renunció al cash en el año 2000 para empezar a promulgar la vida sencilla mediante un apostolado itinerante al estilo de la famosa peregrina de la paz de Estados Unidos.

Uno de los más célebres, no obstante, es el irlandés Mark Boyle, más conocido como El hombre sin dinero. Boyle se convirtió en una pequeña celebridad cuando publicó en 2010 The Moneyless Man: A Year of Freeconomic Living (Ed. Oneworld), en el que documentaba su primer año de vida sin capital incidiendo especialmente en el capítulo alimenticio.

“La pregunta que a la que más me enfrento es: ¿cómo demonios lo haces para comer?”, explica el activista en The Guardian –medio para el que también ha escrito varios artículos–. “La respuesta es sencilla: como de la tierra. La comida es gratis, y además indiscriminadamente. Cuando vas a coger una fruta, un manzano no te pregunta si tienes suficiente dinero; sencillamente se la entrega a cualquiera que quiera una manzana. De los millones de especies del planeta somos la única lo suficientemente despistada como para pensar que se necesita dinero para comer”.

La piedra angular del mensaje de Boyle reside precisamente en el foraging, la libre búsqueda de alimento en la naturaleza. Setas, algas, tubérculos, condimentos, toda suerte de frutas y por supuesto, peces, crustáceos, pájaros o pequeños mamíferos están a disposición de quien quiera cogerlos en ríos, bosques y montañas. Aunque requiere entrenamiento y unos conocimientos básicos –tanto nutricionales como legales– sobre qué puede cogerse y qué no, el foraging gana adeptos en Reino Unido, donde ya tiene su propio gurú y hasta completos recetarios de cocina silvestre.

Para Boyle, no obstante, el foraging no es una moda, sino uno de los cuatro pilares de su concepto de estilo de vida sin dinero; los otros tres son el farming –el cultivo del propio alimento–, el bartering –trueque– y el skiping –la adquisición del alimento que desechan tiendas y mercados–. En la actualidad Boyle trabaja en la puesta en marcha del Freeconomy Village, una comunidad donde los defensores de la vida moneyless pretenden asentarse y darse a conocer a través de un sencillo método: demostrando la viabilidad de su modo de vivir.

Sin dinero, pero integrada

En todo caso, Heidemarie Schwermer da por sentado que no todo el mundo puede asumir su estilo de vida, que ella define como una “opción individual” en un mundo que de momento, está montado de manera diferente: “Me han dicho que soy una vaga y una aprovechada. Es injusto. Mi idea es que se pueden hacer cosas, cooperar y trabajar mucho sin que medie el dinero”.

Aun así, Schwermer es una rara avis del activismo del sin dinero. A diferencia de otros enfoques en los que este modo de vida es parte de una filosofía integral que también incluye nociones políticas, ecologistas y en muchos casos, espirituales, la propuesta de esta alemana no pasa por la renuncia a según qué comodidades ni por el sacrificio de un estilo de vida urbano, socialmente integrado y en última instancia, bastante convencional. “No le pido a nadie que haga como yo”, explica. “Simplemente sugiero pensar en lo siguiente: ¿puede usted prescindir de algunas cosas por las que hoy se afana tanto?”.

Tiene 69 años, dos hijos, tres nietos, el pelo cano y la sonrisa generosa. Su niñez estuvo marcada por la II Guerra Mundial –fue una de las refugiadas de la cruenta batalla de Memel– y después se ganó la vida como profesora en República Federal de Alemania. Heidemarie Schwermer, internauta primeriza y según dicen, gran cocinera, sería una abuela germana más de no ser por un particular que adereza su biografía: lleva más de 16 años viviendo sin dinero.