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¿Los hombres quieren sexo, las mujeres amor?
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SI ELLA NO PERCIBE COMPROMISO, DESCONECTA SU DESEO

¿Los hombres quieren sexo, las mujeres amor?

Los hombres son de Marte, las mujeres de Venus

Foto: Los hombres quieren sexo, las mujeres amor
Los hombres quieren sexo, las mujeres amor

Los hombres son de Marte, las mujeres de Venus. Los hombres quieren sexo, las mujeres, amor. A la mujer hay que amarla, no comprenderla. Y frente a esa postura, tan extendida, hay quienes piensan que todos somos iguales y buscamos las mismas cosas; que venimos del mismo planeta; y si los hombres están obsesionados por el sexo, se debe a su educación machista, no a un origen biológico. Dichas visiones del mundo se encuentran, hoy por hoy, en pleno conflicto no sólo en la sociedad, sino también en el ámbito de la ciencia, en el que un gran número de investigaciones se dedican cada año a intentar dilucidar cuáles son los factores que condicionan nuestra experiencia sexual.

Aunque a simple vista parezca una visión anticuada, la mayor parte de estudiosos sigue dando una importancia crucial a la biología y a la herencia evolutiva. En ese sentido, el matrimonio formado por Barbara y Allan Pease, defiende en Why Men Want Sex and Women Need Love (Three Rivers Press) que "el entorno artificial que hemos creado de la así llamada igualdad, en el que se espera que finjamos ante nuestra pareja que deseamos lo mismo, no es más que software políticamente correcto. Los hombres y las mujeres deseamos diferentes cosas del sexo y el amor —no mejores ni peores, sino distintas—, que están en un alto grado dictadas por nuestro hardware". Al adoptar la terminología informática, el matrimonio Pease distingue entre lo que late en nuestros genes (el hardware) y lo que nos determina culturalmente (el software).

Sólo ha cambiado la retórica

En un sentido semejante se manifiesta John Townsend, autor de What Women Want, What Men Want (Oxford University Press): "Cuando era joven experimenté la revolución de los sesenta y setenta. Creía verdaderamente que los sexos iban a ser cada vez más semejantes, ya que estábamos librándonos de nuestros desfasados y restrictivos cánones sexuales para ser más libres, y convirtiéndonos en nuevos seres humanos. Pero más tarde descubrí que el modelo tradicional de conflicto y negociación entre los sexos no había cambiado en absoluto: sólo la retórica lo había hecho".

El sexo masculino es más vulnerable a la infidelidad mientras que las mujeres lo son al abandono

Es una visión que defiende que seguimos condicionados, hasta cierto punto, por nuestros antepasados. Es decir, si en la prehistoria el hombre era el cazador que salía de casa para volver con su presa mientras la mujer se ocupaba del hogar y la cría de los hijos, los modelos actuales actualizan dicha división, con la diferencia de que cada vez más es el sexo femenino el que desempeña el papel del cazador. "Las mujeres siempre ponen el amor por delante de cualquier otra cosa en nuestra vida, y miden su éxito e importancia por la fuerza de sus relaciones. Los hombres, por el contrario, miden dichos objetivos por sus logros y habilidades", señalan los Pease. Se trata de una visión que se ha aplicado en repetidas ocasiones al mundo de la empresa y el liderazgo para comprender las diferencias entre una empresa comandada por un hombre y una mujer, basada en el caso masculino por los objetivos y lo material y en el caso femenino, por la conservación del bienestar de sus miembros y lo emocional.

Qué quieren las mujeres

De ello se desprende que la vocación principal de la mujer sería el mantenimiento de la célula familiar y la protección de todos sus individuos, mientras que el hombre está fuertemente condicionado por el atractivo de su pareja y los servicios que pudiese obtener de ella. Por ello, el sexo masculino es más vulnerable que el femenino a la infidelidad, mientras que las mujeres lo son al abandono.

Cuando ellos describen a las mujeres de sus vidas, inevitablemente hablan sobre los servicios que ofrecen

Fueron los genetistas evolutivos George Williams y Robert Trivers quienes explicaron más articuladamente esta divergencia a mediados de los años sesenta. Se trata de una cuestión de tiempo y responsabilidad: debido a que las mujeres deben invertir más tiempo y recursos en cada relación (entre gestación, parto, lactancia y cría), suelen buscar el máximo provecho en cada unión. Por el contrario, el hombre es impelido a plantar su semilla en el máximo número de lugares con el objeto de garantizar su pervivencia genética en la siguiente generación. Por ello, el hombre parece estar más inclinado a aceptar cualquier oferta sexual que las mujeres. Esta es, al menos, la visión genética tradicional.

Los autores de Opposites as Equals. Standard Differences Between Men And Women (Westside Publishing), Richard y Nancy Ann Driscoll, llegan más lejos aún y plantean que el cerebro de las mujeres comienza a enviar señales al cuerpo en el caso de que la relación se considere infructuosa: "si una mujer intenta proseguir con una relación sexual que no conlleva un compromiso equivalente de su compañero, experimenta emociones negativas que la alertan, desalentando su deseo y urgiéndola a dejar de tener sexo hasta que los signos adecuados de inversión emocional comiencen a aparecer".

Lo que piensan los hombres

"Cuando se pide a los hombres que describan a las mujeres de sus vidas, inevitablemente hablan sobre los servicios que ofrecen —cocina bien, mantiene la casa ordenada, es buena con los niños, es entretenida, una buena amiga y demás—. La sociedad presenta este intercambio de bienes y servicios bajo el disfraz de la 'compatibilidad' porque suena bien y es una forma políticamente correcta de referirse a ello, pero en la base, aún sigue siendo un intercambio de bienes y servicios", señala por su parte el patrimonio Pease.

Muchos hombres creen todavía en que están genéticamente programados para ser cazadores y proveedores de la familia

"Como los escáneres cerebrales muestran, los hombres son ampliamente visuales y lo primero que ven de una mujer son su cara y su cuerpo", amplía por su parte Townsend. "Los cerebros de los hombres están programados para buscar las pistas biológicas que descubran el potencial reproductivo de una mujer y por ello les atraen las mujeres con forma de guitarra. Las revistas para hombres entienden esto: no hay más que ver las revistas que venden coches y motos y verás a mujeres con curvas yaciendo sobre ellas, desplegando sus señales biológicas".

Hacia un nuevo estado de las cosas

Frente a esta visión, otra más sociológica ha emergido poco a poco. "El mayor obstáculo para el cambio en los hombres es la idea de que su género es su destino. Se cree que los genes del hombre, sus hormonas o su deseo prehistórico de ser 'el cazador' de alguna forma los convierte en lo que son y que eso es inmutable. Es un sinsentido", señala en Men, Women, Love and Romance. Under the Covers of the Bedroom Revolution (Fusion Press) Stephen Whitehead. "A pesar del hecho de que el modelo en el que el hombre es el único proveedor de recursos en la familia está desapareciendo en Occidente, mucha gente, hombres y mujeres, aún creen en la idea de que los hombres están genéticamente programados para ser el cazador, el proveedor, el protector de la familia".

Frente al seductor/manipulador, surge un nuevo macho, el democrático

Otros autores consideran que la concepción maniquea del determinismo sexual no sólo infravalora a la mujer encasillándola como ama del hogar, sino que también perjudica al hombre. El doctor Michael Bader afirma que el hombre contemporáneo se siente confundido por su sexualidad en un mayor grado que las mujeres: al haber sido criado por su madre, siente que debe desligarse sentimentalmente del sexo femenino para poder desarrollarse. Pero al mismo tiempo, dicha concepción le lleva a pensar que todo beneficio (sexual) que pueda obtener implica un perjuicio hacia su amada. "En su nivel más profundo, la mayor parte de los hombres no ven a las mujeres como objetos o conquistas; de hecho, se preocupan por ellas, incluso demasiado. No son egoístas, sino que se sienten demasiado culpables. No son depredadores, sino solitarios. Puede parecer que tienen más poder que las mujeres, pero normalmente se sienten como si tuviesen menos", señala en su obra Male Sexuality (Roman & Littlefield).

Pensando con la cabeza de arriba, no con la de abajo

Para Whitehead, la concepción habitual del rol masculino es una más entre el amplio abanico de papeles sexuales que puede desempeñar, y que correspondería con lo que llama el Seductor Manipulador. Frente a él propone un nuevo macho, el Democrático. "Ciertos hombres pueden ser descritos como 'demócratas' en tanto se sienten cómodos con el papel que las mujeres han alcanzado y no consideran que sea una amenaza para su masculinidad. Para ellos, es la forma en que las relaciones entre géneros son en el nuevo milenio: hombres y mujeres como compañeros. Es un don. La suya es la masculinidad del siglo XXI", argumenta Whitehead. "Pueden tener problemas que resolver en su vida, particularmente en lo concerniente a los roles en el trabajo, en el cuidado de los niños y al intentar llevar una vida equilibrada entre las demandas de su vida emocional y la laboral. Pero al menos son capaces de hablar sobre ello con honestidad y franqueza".

"El estereotipo de los hombres 'pensando con su cabeza de abajo en lugar de la de arriba' es no sólo equivocado sino dañino", prosigue Bader. "Deja a las mujeres desconcertadas y frustradas acerca de lo que los hombres quieren (o no), y lleva a los hombres a sentirse avergonzados o culpables acerca de sus fantasías, por lo que se reprime la comunicación entre sexos". Seguramente sea tal la encrucijada en la que nos encontramos como sociedad, intentando superar mediante la educación nuestra herencia biológica. Pero ya el historiador Tucídides manifestaba en la Grecia esplendorosa que "entre hombre y hombre no hay gran diferencia. La superioridad consiste en aprovechar las lecciones de la experiencia". Ahora más que nunca, la visión humanista de nuestros antepasados (culturales) grecolatinos parece brillar ante el condicionamiento biológico que en ocasiones sirve de excusa para nuestro comportamiento sexista.

Los hombres son de Marte, las mujeres de Venus. Los hombres quieren sexo, las mujeres, amor. A la mujer hay que amarla, no comprenderla. Y frente a esa postura, tan extendida, hay quienes piensan que todos somos iguales y buscamos las mismas cosas; que venimos del mismo planeta; y si los hombres están obsesionados por el sexo, se debe a su educación machista, no a un origen biológico. Dichas visiones del mundo se encuentran, hoy por hoy, en pleno conflicto no sólo en la sociedad, sino también en el ámbito de la ciencia, en el que un gran número de investigaciones se dedican cada año a intentar dilucidar cuáles son los factores que condicionan nuestra experiencia sexual.