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Cinco películas para sorprender a los que lo saben todo
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Cinco películas para sorprender a los que lo saben todo

Resulta que la nueva moda de este año es decir que a uno le gusta el cine mudo. Y si puede ser francés, mejor. El éxito

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Cinco películas para sorprender a los que lo saben todo

Resulta que la nueva moda de este año es decir que a uno le gusta el cine mudo. Y si puede ser francés, mejor. El éxito de The Artist —y sobre todo, la poderosa campaña promocional de su distribuidor Harvey Weinstein— ha provocado que vuelva a estar bien visto defender el cine silente, de igual forma que otros años se llevaba defender bollywood (Slumdog Millionaire, de Danny Boyle) o aplaudir la capacidad de superación de la familia real británica (El discurso del rey, de Tom Hooper). No nos engañemos: estos títulos siguen siendo una versión masticada y simplificada de propuestas que ya llevan décadas transitando por el underground. A nadie le va a hacer quedar bien en su círculo de amigos trendy defender una revisión simpática y sin palabras de El crepúsculo de los dioses de Billy Wilder como es la película de Michel Hazanavicius.

Aunque durante el próximo par de meses las carteleras de los cines se llenarán con aquellos filmes que han sido premiados en distintas ceremonias anuales (no sólo los Oscar, sino también los Globos de Oro o nuestros propios Goya), sigue existiendo un underground formado por películas que no pueden competir con los pesados mecanismos de la industria. Así pues, presentamos aquí cinco propuestas que pasarán (o se encuentran ya) en nuestras salas, para sorprender a aquellos que piensan que más allá de los premios de la industria, no hay nada.

El caballo de Turín de Béla Tarr. Si el cine invisible tuviese su propio star system, Béla Tarr sería su Brad Pitt. Gus Van Sant no se cansó de reconocer la influencia del cineasta húngaro mientras presentaba Elephant (2002), pero Tarr llevaba ya décadas labrándose una importante reputación en el circuito de los festivales de cine. Probablemente recordado por la mayor parte del público gracias a los larguísimos travellings que poblaban la épica Sátantángo (de más de siete horas de duración), Tarr ha adaptado al novelista policiaco belga George Simenon en The Man from London y trazado un duro retrato de la vida húngara en películas como Damnation. El caballo de Turín parte de una anécdota que cuenta que el filósofo Friedrich Nietzsche, agotado y devastado, se agarró al cuello de un caballo que era malltratado por su amo para, acto seguido, desvanecerse: el alemán no volvería a escribir jamás. Béla Tarr, simpatizando con el filósofo, ha anunciado que esta será su último film, y por ello ha decidido poner el broche a su carrera con una de sus películas más rupturistas.

Shame de Steve McQueen. El festival de Cannes de 2008 se topó de bruces con un inquietante, poderoso y turbador debut: Hunger, dirigida por el irlandés Steve McQueen, que relataba la huelga de hambre de diversos presos del IRA a comienzos de los años ochenta, y que consiguió la Cámara de Oro al mejor realizador debutante. La película sirvió de lanzadera para Michael Fassbender (en la piel del militante del IRA Bobby Sands), que después de su estreno ha trabajado con Quentin Tarantino, David Cronenberg y se ha convertido en el Magneto de los X-Men. En Shame, Fassbender da vida a Brandon, un exitoso urbanita que reside en Manhattan y que, como la película descubre nada elípticamente, se encuentra obsesionado por el sexo. Si en Hunger McQueen mostraba sin pudor todos los procesos del cuerpo de los presos, aquí hace lo propio con el lado más sexual del ser humano. Comparte papel protagonista con Fassbender la nueva musa del cine indie, Carey Mulligan, a la que se ha podido ver recientemente en Drive de Nicolas Winding Refn, otro gran éxito del underground cinematográfico.

Kiseki de Hirokazu Kore-eda. La trayectoria del director japonés es una de las más contradictorias del cine oriental contemporáneo, al menos en apariencia. Pasó de ser comparado con clásicos de su país como Yasujiro Ozu gracias a películas como Still Walking (2008) a narrar las desventuras de una muñeca hinchable en la profundamente influida por el anime Air Doll (2009). El Festival de San Sebastián se rindió el pasado septiembre al presente trabajo del japonés, aunque finalmente no consiguiese alzarse con la Concha de Oro que terminaría en manos de Isaki Lacuesta. Kiseki, que significa "milagro", narra la historia de dos hermanos que, al frente de un grupo de niños, busca unir de nuevo a sus padres. Sí, como en Tú a Londres y yo a California. La película devuelve a Kore-eda al territorio de la infancia que ya visitó en Nadie sabe, y que según afirma su propio autor, tiene como objetivo devolver a Japón la esperanza que sentía antes de que el terremoto de marzo del pasado año y la posterior catástrofe de Fukushima hiciesen aflorar el miedo entre una población demasiado acostumbrada a las grandes tragedias.

Buenas noches, España de Raya Martin. La Palma de Oro concedida al tailandés Apichatpong Weerasethakul permitió gozar de una cierta visibilidad al otro cine asiático, el que supone una alternativa a grandes éxitos japoneses o directores ya consolidados para el mundo occidental como Zhang Yimou o Wong Kar-Wai. De entre todos ellos, no hay otro como el jovencísimo director filipino Raya Martin, nacido en 1984 y que se dio a conocer (en términos relativos, claro está) gracias al cortometraje A Short Film About the Indio Nacional (2005) y Autohystoria (2007), una revisión del cine histórico desde una perspectiva muy poco ortodoxa. Martin da el salto a la producción internacional gracias al crítico de cine y programador Gonzalo de Pedro y la productora española Pantalla Partida en esta cinta que cuenta con toda una Pilar López de Ayala en su reparto, después de convertirse en musa de José Luis Guerín en En la ciudad de Sylvia, el papel que convenció a Martin de que la actriz debía aparecer en su próxima obra. Realizada a partir de un guión de apenas una página de longitud, la película hace de la exploración de los formatos (de la alta definición al súper-8) su principal razón de ser y se encuentra conformada por cinco episodios independientes.

La bendición de la tierra de Gunnar Somerfeldt. El escritor noruego Knut Hamsun recibió el premio Nobel en 1920, y apenas un año después, la maquinaria del cine noruego se ponía en marcha para adaptar su novela más importante al por aquel entonces aún incipiente arte cinematográfico. La obra original de Hamsun realiza una reflexión sobre la relación entre el hombre y la naturaleza desde un punto de vista más naturalista que romántico, mientras que la película de Sommerfeldt que ahora se rescata ofreció como principal novedad el rodaje en exteriores en un momento en que el estudio parecía ser el único marco posible de producción cinematográfica. Aunque pocos años más tarde Aleksandr Dovjenko o Eric Von Stroheim llegarían aún más lejos en su concepción telúrica del cine, la película de Sommerfeldt sigue siendo uno de los referentes del cine noruego clásico. La versión que visita nuestras pantallas surge gracias al hallazgo en 2008 de dos copias del film que permitieron la restauración del mismo por parte del Instituto Noruego de Cine.

Resulta que la nueva moda de este año es decir que a uno le gusta el cine mudo. Y si puede ser francés, mejor. El éxito de The Artist —y sobre todo, la poderosa campaña promocional de su distribuidor Harvey Weinstein— ha provocado que vuelva a estar bien visto defender el cine silente, de igual forma que otros años se llevaba defender bollywood (Slumdog Millionaire, de Danny Boyle) o aplaudir la capacidad de superación de la familia real británica (El discurso del rey, de Tom Hooper). No nos engañemos: estos títulos siguen siendo una versión masticada y simplificada de propuestas que ya llevan décadas transitando por el underground. A nadie le va a hacer quedar bien en su círculo de amigos trendy defender una revisión simpática y sin palabras de El crepúsculo de los dioses de Billy Wilder como es la película de Michel Hazanavicius.