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"La autoayuda es la negación de la filosofía"
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NO DEBEMOS BUSCAR, SEGÚN VICTORIA CAMPS, SOLUCIONES FÁCILES A TEMAS COMPLEJOS

"La autoayuda es la negación de la filosofía"

La reconsideración del papel que juegan las emociones está cambiando las ideas con las que nos manejamos. Así, una persona moral no es (o no es

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"La autoayuda es la negación de la filosofía"

La reconsideración del papel que juegan las emociones está cambiando las ideas con las que nos manejamos. Así, una persona moral no es (o no es sólo) alguien que adopta una postura fruto de la utilización de criterios racionales sino, asegura la filósofa Victoria Camps, “alguien que reacciona afectivamente ante las inmoralidades y la vulneración de las reglas básicas, alguien que siente indignación, vergüenza o rabia ante las grandes injusticias o ante las prácticas inhumanas”. No hablamos, pues, de un mero asunto intelectual que ha de ser sometido al análisis racional, sino de algo que en primer lugar ha de ser sentido.

Lo cual supone una inversión notable respecto de las creencias recientes, que colocaban toda expresión de los sentimientos bajo la supremacía de la razón. Como señala Camps, autora de El gobierno de las emociones (Herder), “la importancia de éstas se ha reactivado, posiblemente por influencia de la psicología, lo que nos ha llevado a plantearnos si el pensamiento de la Ilustración no las ha despreciado sin motivo”.

Los aportes de las neurociencias, “que señalan lo difícil que es separar lo racional de lo emocional”, también han contribuido a que los sentimientos cobren una nueva relevancia que se ha dejado sentir en muchos terrenos. Entre ellos, el de la educación, donde se es consciente de que “un mensaje estrictamente racional funciona mal, ya que también hay que educar el sentimiento. No se trata de eliminar el miedo o el enfado o la indignación, ni de potenciar las emociones hasta el punto de que disparen, sino de reconducirlas y gobernarlas. Y para ello no las podemos negar: sin sentimientos no actuamos. Que te adhieras a algo en muchas ocasiones no sólo tiene que ver con que sea algo bueno, sino con que se disfruta haciendo el bien, y eso es algo que se ha subrayado poco”.

La izquierda, la ideología y los sentimientos

Otro terreno en el que las emociones han cobrado particular relevancia es en el discurso político, que ha retomado algunas tendencias de la retórica clásica para que sus expresiones toquen los sentimientos de quien las escucha. Para Camps, esta tendencia se ha dado sobre todo en la izquierda, ya que su mensaje “es más difícil que cale en la opinión pública. Al plantear cuestiones ideológicas ha de convencer a su público con conceptos como justicia redistributiva o justicia social, y eso no engancha, por lo que se ve forzado a utilizar un tipo de narración que apele más al sentimiento”.

Sin embargo, y con todo lo positivo que tiene la recuperación de las emociones, no podemos caer en el error de movernos hacia el otro lado del péndulo y olvidarnos de la razón.  También hay aspectos perjudiciales en este uso de los sentimientos, señala Camps. “Como no soy capaz de inculcar lo que quiero explicándolo a través de las ideas, intento conseguirlo a través de las emociones. Y eso tiene un problema, el de hacer excesivas concesiones a lo fácil, cediendo a la tentación de explicar las cosas a través de lo puramente emocional.  Ocurre a menudo en el entorno audiovisual. Y es peligroso porque se puede caer en la manipulación”.

Esa tentación también ha hecho efecto en el ámbito del pensamiento. Gran parte de la producción ensayística actual se ha convertido en libros de autoayuda, lo cual es absolutamente perjudicial. Según Camps, esa tendencia responde a algo “contra lo que se debe luchar. La autoayuda es la negación de la filosofía, porque la primera quiere dar respuestas claras y fáciles a problemas complejos, mientras que la filosofía tiene como misión introducir dudas en los problemas. No pretende dar fórmulas que nos digan lo que hay que hacer, y que reduzcan todo a una serie de ideas simplistas sobre cómo ser feliz, cómo hablar en público o cómo manejar las depresiones, sino que pretende ir más allá y entender lo que ocurre en toda su extensión".

Hay demasiados expertos

Para Camps, esta vertiente terapéutica que está de moda en el pensamiento contemporáneo tiene objetivos reduccionistas. “Está bien que uno trate de sentirse bien consigo mismo y que esté adecuadamente integrado en el mundo en el que vive, pero no se puede pensar sólo en eso. Hay cuestiones que no se arreglan con el coaching, ni tampoco buscando gente que te diga lo que tienes que hacer. De hecho, ese es uno de los principales problemas de nuestra sociedad, ya que hay expertos para todo y al final el individuo acaba desentendiéndose de aquello que le compete y dejándolo en manos de otros”.

Es en ese terreno donde la filosofía puede jugar un papel importante, señala Camps, ya que además de ayudar a que nos conozcamos mejor, nos permitirá “analizar los conceptos y profundizar en ellos de una forma que no lo hace ninguna de las otras ciencias. Nos da una visión más compleja y amplia de las cosas y de nosotros mismos.  Por ejemplo, si uno quiere analizar cuestiones de ética médica, tiene que contar con la filosofía, “en tanto su presencia nos permitirá ir más allá de la ciencia, del derecho y de la sociología, añadiendo un plus de complejidad en el análisis y permitiéndonos ver las cosas con una intensidad mayor”.

Sin embargo, esa tendencia a hacer las cosas más rigurosas y complejas se ha llevado al extremo por los mismos que han optado por dedicarse a una carrera puramente académica, y por tanto a producir investigaciones teóricas dirigidas a ese ámbito. Pero, por otra parte, tampoco hay presencia del ensayo entre la producción editorial destinada a un público más amplio. Camps cree, no obstante, que "existe un espacio para este tipo de discurso y de lenguaje que sólo aparece en los libros y que se dirige a la mayoría de la sociedad. El ensayo es difícil de publicar, pero es el único espacio que le queda a la filosofía”.

La reconsideración del papel que juegan las emociones está cambiando las ideas con las que nos manejamos. Así, una persona moral no es (o no es sólo) alguien que adopta una postura fruto de la utilización de criterios racionales sino, asegura la filósofa Victoria Camps, “alguien que reacciona afectivamente ante las inmoralidades y la vulneración de las reglas básicas, alguien que siente indignación, vergüenza o rabia ante las grandes injusticias o ante las prácticas inhumanas”. No hablamos, pues, de un mero asunto intelectual que ha de ser sometido al análisis racional, sino de algo que en primer lugar ha de ser sentido.