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El ajedrez nos ayuda a mejorar nuestras vidas
  1. Alma, Corazón, Vida
ES UNA HERRAMIENTA AVANZADA DE CONOCIMIENTO Y DE GESTIÓN DE CONFLICTOS

El ajedrez nos ayuda a mejorar nuestras vidas

Decía Einstein que la mente es como un paracaídas. Si no se abre, no sirve para nada. En 1913, Sigmund Freud fue el primer psicoanalista en

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El ajedrez nos ayuda a mejorar nuestras vidas

Decía Einstein que la mente es como un paracaídas. Si no se abre, no sirve para nada. En 1913, Sigmund Freud fue el primer psicoanalista en mencionar y afirmar que para dominar el juego del ajedrez eran requeridos pasos similares a las técnicas psicoanalíticas.

Desde su presumible aparición durante el período Tchang en la antigua China, hace ya 32 siglos (otros historiadores hacen alusiones a referencias datadas en la época Aria –Indostánica- hace 35 siglos), pasando por las elaboradas composiciones árabes llamadas Mansubas (pequeños estudios de mate en dos o tres jugadas con algún tema táctico incorporado), su introducción en Europa por el rey español Alfonso X El Sabio consagra este bello arte hasta lograr su actual  consolidación como herramienta avanzada de conocimiento.

El ajedrez desarrolla una memoria visual excepcional, poder combinatorio, velocidad de cálculo, concentración, pensamiento lógico y transversal, además de estructurar las mentes de manera armónica. En los niños, en particular, encauza la hostilidad de manera constructiva y creativa y ayuda a establecer amistades entre sus pares con facilidad.

Jugar al ajedrez previene, a través de su intensa práctica intelectual, el mal de Alzheimer y mejora las estructuras de pensamiento a través de propuestas asertivas.

Es una formidable terapia ante problemas sociales complejos, incrementa la autoestima del jugador y coopera en la resolución de problemas algorítmicos y heurísticos. En el primer caso, a través de la búsqueda de un método gradual que produzca soluciones correctas e irrefutables; en el segundo, ayudando a la simplificación de la resolución de los problemas.

¿Cómo nos puede ayudar a transformar el ajedrez nuestras vidas para que éstas sean mejores? ¿Qué está presente en la sociedad y en el individuo desde que nacemos hasta nuestra partida?

El conflicto es una realidad vital y constante en las relaciones humanas. El ajedrez promueve a través de sus innumerables técnicas soluciones avanzadas para abordar con éxito la gestión de problemas de cualquier índole, ya sean éstos de carácter personal, de pareja, mercantiles, profesionales o aplicables a otros escenarios donde se produzcan tensiones o incertidumbres.

Propone valores como la integración y la tolerancia, además de soluciones de consenso donde prevalezca la negociación y el entendimiento como contrapunto al maniqueísmo, la beligerancia y la violencia.

Es evidente que el éxito en la vida requiere, además de otras cosas, el aprendizaje para encarar los conflictos, desde los cotidianos a los extraordinarios o existenciales. Es triste y lamentable que la enseñanza para afrontarlo no sea parte de la formación que los seres humanos nos damos unos a otros, cuando buena parte de los logros históricos y sociales se han conseguido sobre la base de buscar y hallar soluciones y salidas a los conflictos que no pasen por el recurso a la violencia.

El ajedrez es un juego que en su vertiente científica constituye una oportunidad única de simular el conflicto. Este “simulador de conflictos” que es el ajedrez, es un mecanismo de ida y vuelta. Si nuestra impronta personal queda fijada en la forma en que jugamos, podemos invertir el proceso y abordar nuestras zonas oscuras y nuestras limitaciones a la hora de enfrentarnos al conflicto, aprendiendo nuevos mecanismos de convivencia y soluciones no violentas, y convirtiéndolas en armoniosas, incluso dentro de situaciones adversas. 

Con el ajedrez podemos emprender un proceso de reeducación y de regeneración

Podemos apreciar que el conflicto forma parte de la vida sin que su resolución exija la anulación del contrario, la propia, la de terceros, o el recurso a la agresión. Podemos, en un entorno sin riesgos, observar nuestra forma de encarar los conflictos, comprendiendo el porqué de muchas de nuestras reacciones automáticas, de cómo se activan nuestros miedos y de cómo nuestras emociones primarias y heridas no resueltas contaminan nuestra voluntad, haciéndonos ejecutar acciones o permanecer pasivos en perjuicio propio o de terceros. Y apreciado ello, podemos cambiar. Podemos emprender un proceso de reeducación y de regeneración, activando incluso nuevos circuitos neuronales y, por extensión, creando nuevas herramientas para gestionar las situaciones de conflicto. Y para hacer esto ni siquiera es necesario saber leer o escribir. Sólo tener una clara voluntad de querer transformarse y evolucionar.

El ajedrez nos puede proporcionar una nueva luz para reestructurar nuestras vidas, reacciones, visión personal sobre el mundo y la humanidad y para afrontar con mayores perspectivas de éxito personal y colectivo aquellas situaciones vitales más duras y dolorosas,  además de encarar los retos de la vida, por difíciles que sean. Para transformar el mundo, debemos primero transformarnos a nosotros mismos.

El ajedrez ayuda a las personas a ser sus propios médicos del alma, mediante su práctica y aprendizaje, a través de este juego que es un maravilloso simulador vital y que promueve la clarividencia más allá de las visiones en blanco y negro.

Los sucesos y acontecimientos se desarrollan en torno a nosotros de forma que nos conectan con relaciones de causa-efecto que son ajenas a nuestro control. Es por ello que el ajedrez educa para solventar con elegancia y corrección, y con una alta observación y precisión quirúrgica, aquellas situaciones que se nos presentan resolviéndolas con técnicas extrapolables a la vida cotidiana.

*Álvaro Van der Brule es poeta, profesor de ajedrez y fundador, junto a Pablo Martín Laborda y Santiago Mediano, de Ajedrez sin Fronteras.

Decía Einstein que la mente es como un paracaídas. Si no se abre, no sirve para nada. En 1913, Sigmund Freud fue el primer psicoanalista en mencionar y afirmar que para dominar el juego del ajedrez eran requeridos pasos similares a las técnicas psicoanalíticas.