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"Hay cosas de nuestro trabajo de las que no nos atrevemos a hablar"
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LAS PATOLOGÍAS DEL MUNDO LABORAL, CONSECUENCIA DE LOS NUEVOS MODOS DE GESTIÓN

"Hay cosas de nuestro trabajo de las que no nos atrevemos a hablar"

Al llegar al seminario, a cada uno de los 15 directivos se le entregaba un gatito del que debían cuidar en la semana que duraba el

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"Hay cosas de nuestro trabajo de las que no nos atrevemos a hablar"

Al llegar al seminario, a cada uno de los 15 directivos se le entregaba un gatito del que debían cuidar en la semana que duraba el curso. Habían de llevarlo consigo a las reuniones, en las que con frecuencia se les incitaba a hablar de su relación, de los progresos que iban haciendo, de lo que sentían respecto del animal, etc. El último día del seminario, el director les pedía que matasen al gato con sus propias manos. La anécdota, narrada por Christophe Dejours, uno de los principales expertos europeos en el ámbito laboral, ilustra de modo suficientemente expresivo las técnicas patológicas que se imparten a la alta dirección con el objetivo de insensibilizarles cuando hayan de tomar decisiones que afecten negativamente a sus subordinados.

Dejours, que es uno de los especialistas a los que más han recurrido las empresas francesas cuando han tenido que solucionar problemas derivados del suicidio de sus empleados, ha publicado en España textos como Trabajo y sufrimiento, Trabajo y suicidio o El desgaste mental en el trabajo (Ed. Modus laborandi) en los que se analizan las consecuencias que la presión, las nuevas técnicas de gestión y las exigencias de resultados están causando en la mente y en el cuerpo de todo tipo de empleados y profesionales.

El Confidencial.- Hace diez años decía que el “sálvese quien pueda” se había convertido en habitual en las empresas. ¿Ha habido alguna variación desde entonces?

Christophe Dejours.- La situación en el mundo del trabajo se ha degradado aún más en lo que se refiere a salud mental respecto de hace diez años. Las patologías mentales continúan aumentando, y ahora los suicidios ya no son excepcionales.  Los ritmos de trabajo son infernales en numerosos sectores, ocasionando problemas que no cesan de aumentar y que se denominan «Patologías de la sobrecarga», como el síndrome del burn-out, los problemas músculo-esqueléticos, el karoshi (muerte súbita por accidente vascular cerebral o cardíaco) o los derivados del uso de drogas para aguantar o rendir más (en particular, en el caso de los directivos).

E.C.- Sin embargo, estos problemas, por frecuentes que puedan ser, no resultan muy visibles. Apenas se habla de ellos.

C.D.- El sufrimiento es poco visible y continuará siéndolo, ya que se trata de algo subjetivo, de sentimientos que no pueden verse. Para conocerlos, hemos de pasar por lo que nos cuentan las personas que sufren. Pero poner eso en palabras, en discursos, implica reflexionar sobre ello, es decir, volverlo consciente, lo cual puede hacer que las personas sufran todavía más. Hay cosas del trabajo de las que la gente no se atreve a hablar, porque eso supondría tomar conciencia de lo que ocurre. Ese silencio contribuye al déficit de la discusión pública sobre estos asuntos.

E.C.- En trabajos intelectuales que contaban con cierto prestigio social, como la abogacía, el periodismo, la arquitectura, etc., también están apareciendo numerosas patologías.

C.D.- Las presiones para lograr resultados y para hacer el trabajo en menos tiempo que se están ejerciendo sobre profesionales como periodistas, abogados, magistrados, médicos, enfermeros, ligadas a la reducción de efectivos, están consiguiendo que haya mucho sufrimiento en estos profesionales, entre los que estás apareciendo patologías cada vez más graves. Médicos, enfermeros jefe o magistrados también se suicidan en el trabajo. Los privilegios de estas categorías profesionales en relación a las menos cualificadas no protegen ya contra las patologías de sobrecarga y contra las depresiones severas.

E.C.-Hay quien dice que los cambios en el entorno laboral provienen de que nuestra sociedad es cada vez más individual.

C.D.- Nuestra sociedad es efectivamente individualista, pero eso no es nuevo. Ya Tocqueville advertía en el siglo XIX de la importancia de esta tendencia en países como EE.UU. Lo esencial es que ese desarrollo del individualismo no era incompatible con la formación del movimiento obrero o con las organizaciones sindicales y políticas, mientras que lo que estamos presenciando es el hundimiento de esas solidaridades. El resultado de este proceso no es el individualismo, sino la soledad. Estamos solos frente a la adversidad y la injusticia, y así es mucho más difícil hacerlas frente. La soledad es la causa principal del aumento de las patologías mentales. Es la desestructuración de la solidaridad lo que está en cuestión, no el individualismo.

E.C.- En los últimos años hemos vivido una ola de suicidios en el centro de trabajo. ¿Cuáles son sus causas?

C.D.- Las causas del suicidio en el trabajo son demasiado complejas para resumirlas en unas pocas frases. Pero sí puede decirse que estas tragedias son principalmente consecuencia de esas nuevas formas de organizar y gestionar el trabajo que exaltan la evaluación individual de los resultados y destruyen los fundamentos de la vida en común y de la solidaridad. Algo que resulta crucial, porque eran éstos los constituían la prevención más eficaz de las descompensaciones psicopatológicas, de las depresiones y de los pasos al acto violentos, ya fuera contra los otros o contra uno mismo.

E.C.- Ha mencionado a menudo al outsourcing o a la calidad total como tendencias de gestión responsables de los suicidios.

C.D.- Juegan un papel importante en la aparición de los suicidios. La calidad total, porque es imposible, un ideal. El trabajo muestra que la calidad total no existe. La consecuencia, pues, es que todo el mundo debe mentir para obtener las certificaciones de calidad que el mercado exige (como las normas ISO). Y la mentira es costosa en el plano psicológico para aquellos que están ligados a la ética del trabajo bien hecho. El outsourcing lleva, por su parte, a agravar la precariedad y los abusos de poder. Pero, una vez más, la causa principal de los suicidios incumbe a la destrucción del mundo social del trabajo y de los lazos de solidaridad.

E.C.- ¿Por qué han aumentado los suicidios en el caso de los médicos?

C.D.- Porque se les demanda cada vez más resultados en un contexto donde la estandarización de los cuidados destruye la dimensión profesional que tiene el arte médico. Cogidos entre la amenaza de las demandas judiciales y las presiones administrativas y de gestión, los médicos han perdido su prestigio y el reconocimiento social que tuvieron hace mucho tiempo. Los sacrificios y los esfuerzos personales que han de realizar para aprender las reglas del oficio y hacer bien su trabajo no son recompensados por el estatus cada vez más degradado que la sociedad les confiere.

E.C. Usted  ha señalado con cierta frecuencia cómo muchas de las protestas que se realizan contra las prácticas de gestión más dañinas no sirven más que para adaptarse mejor a ellas, que no son una forma de resistencia sino de sumisión.

C.D.- Protestar contra la dominación es una buena manera de resistir sólo si la protesta se realiza colectivamente. Por el contrario, la resistencia, cuando es individual y no está sostenida por el colectivo, es peligrosa para la salud mental y para la física. La salud mental no depende de la potencia y de la capacidad individual, sino que pasa por la solidaridad y el acuerdo con los demás.

Al llegar al seminario, a cada uno de los 15 directivos se le entregaba un gatito del que debían cuidar en la semana que duraba el curso. Habían de llevarlo consigo a las reuniones, en las que con frecuencia se les incitaba a hablar de su relación, de los progresos que iban haciendo, de lo que sentían respecto del animal, etc. El último día del seminario, el director les pedía que matasen al gato con sus propias manos. La anécdota, narrada por Christophe Dejours, uno de los principales expertos europeos en el ámbito laboral, ilustra de modo suficientemente expresivo las técnicas patológicas que se imparten a la alta dirección con el objetivo de insensibilizarles cuando hayan de tomar decisiones que afecten negativamente a sus subordinados.