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Donativos que hacen los niños de Mozambique a los españoles estresados
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"DICEN QUE PAGÁIS MUCHO DINERO POR UNA CASA. SERÁ COMO UN CASTILLO ¿NO?"

Donativos que hacen los niños de Mozambique a los españoles estresados

“Nos han dicho que trabajáis muchas horas, y que tenéis una cosa que se llama estrés, que hace que se os ponga el pelo blanco,

Foto: Donativos que hacen los niños de Mozambique a los españoles estresados
Donativos que hacen los niños de Mozambique a los españoles estresados

“Nos han dicho que trabajáis muchas horas, y que tenéis una cosa que se llama estrés, que hace que se os ponga el pelo blanco, y que os cuesta sonreír”. Esa es la visión del mundo occidental que tienen algunos niños de Praia Xai-Xai, en Mozambique, unos niños que han decidido ayudar en lo que puedan a los estresados europeos enviándoles dosis de alegría y felicidad, sonrisas, canciones, dibujos y manualidades.

Son los originales donativos de una comunidad que ha evolucionado mucho en los últimos cuatro años, desde que llego allí Alexia Vieira y decidió convertirla en la sede de su proyecto: la Fundación Khanimambo, que significa ‘gracias’ en Shangana, el dialecto de la zona.

Tenía sólo 23 años y un mes de vacaciones la primera vez que se fue allí. El restaurante familiar en el que trabajaba no le permitía acceder a ninguno de los programas tradicionales de voluntariado, que suelen durar más de 30 días, así que prefirió irse por su cuenta. “Me recorrí todo el país visitando los distintos proyectos de cooperación que  había por allí, y deduje que faltaba cercanía en todos los sentidos”.

Dado el escaso presupuesto con el que contaba para su aventura, Alexia confiesa que fue una experiencia “muy dura” que se contrarrestó, sin embargo, con la generosidad de la gente. “Los cooperantes de los diferentes proyectos y, sobre todo, los locales, me acogían siempre en sus casas y me ayudaban como podían”, recuerda.

Gracias a ese viaje, esta joven, que ya tenía una larga experiencia previa en voluntariado, pudo vivir Mozambique “desde los dos lados, el de las ONG y el de los beneficiarios”. Por eso, asegura, tuvo la oportunidad de darse cuenta de que lo más básico era precisamente lo que no se daba: la cercanía entre unos y otros.

Al volver tuvo claro lo que debía hacer: montar su propio proyecto allí. Convenció a sus dos mejores amigos (Jorge Juárez y María Moreta) y machacó a familiares y conocidos hasta que consiguió la financiación necesaria para arrancar. “Conseguí mucha confianza de la gente que apoyó el proyecto desde el principio y con toda su energía positiva (y con mi perra) me fui para allá”, cuenta.

¿Por dónde empiezo?

Volvió a Xai-Xai con ganas de ponerse a trabajar, pero sin mucha idea de cómo hacerlo. “El primer día al despertarme me quedé sentada en la cama pensando ¿qué hago? ¿Por dónde empiezo?”. Ella misma se respondió, y en voz alta: “me voy a poner a andar”. Y eso hizo. Recorrió la zona preguntando a las gentes de allí por sus historias personales, “a cada cual más trágica” y tuvo que acostumbrarse a un nuevo tipo de vida. “Cuando llegas, no estás preparado para esa realidad”, confiesa.

Pero no dejó lugar para la duda ni al arrepentimiento y enseguida decidió que tenía que centrarse en los niños. “Lo más difícil fue elegir a los 46 niños más necesitados, porque sólo teníamos 46 padrinos”, recuerda.

Hoy, cuatro años después, Khanimambo trabaja ya con 169 niños con sus respectivos padrinos. En sus comienzos Alexia se ponía ella misma, en el porche de la casa que tenía alquilada, a dar clases a los pequeños. “Vais a recibir comida pero a cambio tendréis que estudiar”, les decía. Y cumplía su palabra. “Más de una vez he dejado a un niño sin comer por que no había estudiado, además necesito que sus padres también se comprometan con la educación”, explica.

Los 20 euros mensuales que cada padrino dona a la Fundación se convierten en una cesta de comida para toda la familia que tiene arroz (9kg.), judías (3kg), cacahuetes (3kg), azúcar (3kg), sal, té y jabón a la que se añade, en algunos casos especiales, verduras. Todos gozan de asistencia médica gracias a un convenio con una clínica que financia una universidad madrileña.

Ahora la sede la Fundación sigue siendo aquella primera casa en la que aterrizó Alexia, pero ya hay seis aulas en las que estudian los niños y ella cuenta con la ayuda de 19 mozambiqueños y un español.

El español es Eric, el que fuera novio de Alexia cuando dedicó su mes de vacaciones a viajar por Mozambique, que hoy se ha convertido en su marido y padre de su hija. “Él tardó un año y medio en decidirse a venir conmigo y ahora está de lo más implicado con la ONG”, cuenta Alexia.

Ahora los dos han puesto en marcha la campaña ‘Déjate ayudar’ para conseguir más fondos y poder construir una escuela en condiciones, “lo más urgente ahora mismo”. En ella, los niños de Xai- Xai se dirigen a los españoles y les ofrecen apadrinarles ellos mismos. ”Nos han contado que pagáis mucho dinero durante muchos años para tener una casa, que debe ser como un castillo, ¿no?”, se peguntan. “Aquí no tenemos esos problemas, por eso queremos ayudaros”, añaden.