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Y el clítoris se movió
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EL EROTICÓN

Y el clítoris se movió

En artículos anteriores hablamos de la aparición del clítoris en la escala evolutiva, de la sexualidad de los reptiles y de la sexualidad de los mamíferos.

Foto: Y el clítoris se movió
Y el clítoris se movió

En artículos anteriores hablamos de la aparición del clítoris en la escala evolutiva, de la sexualidad de los reptiles y de la sexualidad de los mamíferos. Vimos que atendiendo a la composición y finalidad del clítoris, se puede concluir que el clítoris surgió en las hembras reptiles como elemento altamente sensitivo que aseguraba el placer. También mencionamos que el clítoris y el pene aparecieron en el mismo momento de la escala evolutiva (con los reptiles, hace unos 300 millones de años), mientras que la vagina surgió mucho después, con los mamíferos (hace unos 220 millones de años).

También vimos que, en un principio, dada la ubicación del clítoris (entrada de la cloaca en la hembra reptil, por ejemplo en el caso de las tortugas), la penetración por parte del macho con su pene aseguraba su estimulación y así el placer. Con los mamíferos hace su aparición la vagina, mucho menos sensible que el clítoris, y destinada principalmente a fines reproductivos. Sin embargo, en los mamíferos más primitivos, el clítoris se sitúa aún en la entrada de la vagina, de forma que la cópula produce todavía una estimulación del mismo.

La sexualidad de los primates

Continuando con nuestro recorrido por la escala evolutiva en relación al clítoris, hace 60 millones de años hacen su aparición los mamíferos primates. Hace aproximadamente 30 millones de años, estos primates iniciales evolucionan y se transforman en auténticos simios.

La adaptación de estos mamíferos al medio arbóreo, que constituía su medio primordial, se tradujo en una serie de modificaciones corporales. Sus patas delanteras se componen de cinco dedos, siendo uno de ellos un pulgar oponible, lo que les permite agarrar objetos y manipularlos con mayor destreza. Es lo que se donomina una mano prensil. Al mismo tiempo, las articulaciones de sus brazos tienen una gran movilidad.

En cuanto a su visión, mejora considerablemente con respecto a otras especies, como es obligado en la adaptación a un medio arbóleo donde es preciso calcular bien la distancia y la profundidad para desplazarse con agilidad entre las ramas. Las relaciones sociales tienen a establecerse también dando prioridad a los contactos visuales: se relacionan cara a cara. El olfato, sin embargo, es menos preciso.

Los primates desarrollan una excelente coordinación entre sus manos y sus ojos. La manipulación de objetos se hace aún más precisa y hábil. El tamaño de su cuerpo y de su cerebro aumenta. Su capacidad para manipular objetos tiene un papel fundamental en el desarrollo de la inteligencia primate. La inteligencia primate permite una sexualidad más compleja y rica con respecto a especies inferiores en la escala evolutiva.

La mayoría de las especies primates no son completamente bípedas, pero todas tienen la capacidad de desplazarse al menos durante un tiempo únicamente sobre las extremidades traseras, dejando las delanteras desocupadas. También tienden a comunicarse mediante gestos con las extremidades delanteras, a establecer con facilidad contacto corporal con sus semejantes.

Las especies primates con frecuencia utilizan las extremidades delanteras para estimularse el cuerpo y los genitales. También con frecuencia los primates utilizan sus extremidades delanteras para acariciar a su compañero/a en diversas partes del cuerpo, también en la zona genital. La masturbación, tanto en solitario como en compañía, forma frecuentemente parte de sus juegos, así como las diversas conductas de contacto corporal, caricias y acicalamientos. Estas caricias en zonas genitales y no genitales sirven tanto para obtener placer, como para establecer lazos en un grupo social, reducir agresividad… y conforman ya una sexualidad (primate) en la que la cópula es sólo un juego más entre muchos y ni siquiera el más frecuente.

Pero avanzando en la escala evolutiva, hace su aparición la uretra. Cuando la uretra se abre paso hacia el exterior, el clítoris se desplaza de su ubicación, quedando un poco más alejado de la entrada de la vagina, como se puede observar en las ilustraciones.

La adaptación al bipedismo en el caso de los primates humanos, supuso un acortamiento de los huesos de la pelvis, que trajo como consecuencia un mayor alejamiento del clítoris con respecto del orificio vaginal. Debido a estas modificaciones para las primates humanas la estimulación producida por el pene del macho en el coito no asegura la estimulación del clítoris, al haber quedado éste muy alejado de la entrada vaginal. Por ello, las hembras humanas tienen más fácilmente orgasmos con relaciones eróticas que impliquen una estimulación directa del clítoris (masturbación con la mano, masturbación con la boca del compañero, frotamiento del clítoris con el cuerpo del compañero, etc.) que con el coito, que implica estimulación de la vagina pero no estimulación directa del clítoris.

En realidad estas modificaciones físicas muestran que la sexualidad humana se ha desvinculado definitivamente de la reproducción (y del coito como expresión única o principal), siendo que la erótica humana sirve también a fines no reproductivos (creación de vínculos sociales, expresión de afectos, comunicación, búsqueda de placer…).

*María Victoria Ramírez es psicóloga y sexóloga.

Asociación www.lasexologia.com.

En artículos anteriores hablamos de la aparición del clítoris en la escala evolutiva, de la sexualidad de los reptiles y de la sexualidad de los mamíferos. Vimos que atendiendo a la composición y finalidad del clítoris, se puede concluir que el clítoris surgió en las hembras reptiles como elemento altamente sensitivo que aseguraba el placer. También mencionamos que el clítoris y el pene aparecieron en el mismo momento de la escala evolutiva (con los reptiles, hace unos 300 millones de años), mientras que la vagina surgió mucho después, con los mamíferos (hace unos 220 millones de años).