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Los innecesarios guiños a la izquierda
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Los innecesarios guiños a la izquierda

La reactivación de la derecha ha venido de la mano de la convergencia del mundo liberal y del conservador, algo que en otras épocas hubiera parecido

La reactivación de la derecha ha venido de la mano de la convergencia del mundo liberal y del conservador, algo que en otras épocas hubiera parecido imposible y que, sin embargo, está obteniendo buenos réditos electorales. Es el caso de Bush en EEUU y de Sarkozy en Francia, que han utilizado elementos de una y otra ideología en sus declaraciones públicas pero que, sobre todo, han empleado esa alianza para tejer la idea de que el mundo ha cambiado completamente de dirección. Cada vez más, la derecha cree que si a alguien le pertenece el futuro es a quien sepan unir las pautas neoliberales y las indicaciones provenientes de la moralidad religiosa. Sin embargo, no es una alianza sin fricciones, porque lo que emana del mercado suele convertir a las sociedades en mucho más móviles y frágiles de lo que el mundo conservador necesita.

De ello, y de la unión de catolicismo y liberalismo nos habla Samuel Gregg, director de investigación en el Acton Institute, en La libertad en la encrucijada (ed. Ciudadela). Su prologuista en la edición española, Pablo Nuevo, director de programas de la Fundación Burke y profesor de Derecho Constitucional en la Universidad Abat Oliva CEU, cree que esa alianza nace del pragmatismo, de que “nos pronunciamos sobre cuestiones concretas, como la defensa de la propiedad o de la libertad de mercado, que posibilitan los acuerdos. Puedo, como conservador, tomar la misma decisión que un liberal porque coincidimos en muchas soluciones, aun cuando nuestros presupuestos ideológicos sean diferentes”.

Ese pragmatismo es, para Nuevo, el valor más sólido de la confluencia entre ambas perspectivas ideológicas. Y lo es porque engancha con la gente. “Al final, todas las personas, por muy ideologizadas que estén, tienen sentido común. Puedes hacer magníficos discursos, pero ante todo quieres una familia estable, que tus hijos puedan trabajar y que puedan ganarse decentemente la vida, que el Estado no te moleste demasiado, que haya seguridad en las calles y que no estén tomadas por bandas de inmigrantes”. Es cierto, para Nuevo, que eso no significa que se vaya a dar el voto a las formaciones que mejor defiendan esas ideas, porque piensa que en términos abstractos de doctrina política cada cual puede ser más receptivo a unas perspectivas que a otras. Precisamente por eso, cree que uno de los grandes retos de la derecha es que “estas ideas de sentido común lleguen a la gente, que sepamos hablarles de lo concreto”.

A veces, los políticos de la derecha, asegura Nuevo, se plantean ser más de izquierdas para que les voten, equivocándose tanto en las convicciones como en la estrategia. “Lo esencial es hablar a la gente de que las políticas conservadoras les benefician. Porque los discursos políticos pueden decir lo que quieran, pero nosotros hablamos de la realidad. En ese sentido, las reflexiones de Sarkozy son reveladoras, sobre todo cuando subrayaba que había quienes, diciendo que estaban con el pueblo, vivían en barrios ricos; a quienes defendían la escuela pública pero llevaban a sus hijos a centros privados; o a quienes pretendían proteger el transporte público sin haber cogido un autobús en su vida”.

Un ejemplo paradigmático

El problema de fondo, para Pablo Nuevo, y el que dificulta que los mensajes conservadores desplieguen en la práctica su potencial de convicción, es que “la acción política es prácticamente inútil si no hay una recuperación de espacio en lo cultural”. En ese sentido, según la Fundación Burke, el ejemplo del PP es paradigmático. “Estuvieron ocho años en el gobierno e hicieron algunos cosas bien, como cuadrar las cuentas, no robar o crear mucho empleo. Y, sin embargo, ciertos indicadores sociales y culturales se aceleraron en sentido contrario al sentido liberal conservador. Así, cuando llegan el Prestige y la guerra de Iraq, se encuentran con un rechazo social grande entre los jóvenes que fue definitivo y terminó por sacarles del gobierno. Y es que en la sociedad se había dado un cambio político que permitió al PP llegar al Gobierno, pero no un cambio cultural. Por ejemplo, cuando el PP quiso reformar un poquito la Logse, se encontró con un rechazo muy grande de determinados sectores de la sociedad. Eso no ocurriría si existiera un cambio cultural previo, que resulta imprescindible para que un gobierno pueda cambiar cosas de verdad”.

Y, cree Pablo Nuevo, ese cambio se está dando ahora, “de una manera fresca, novedosa, atractiva… Si bien en los medios convencionales, como las televisiones, la izquierda es hegemónica, en internet el mundo conservador lleva la delantera”. En esa transformación, está jugando como factor esencial el hecho “de que los militantes de los partidos de la derecha demanden una toma de postura clara en defensa de principios propios del mundo occidental y que pretendan recuperar principios morales”. Nuevo percibe especialmente el deseo de reactivarse frente al pensamiento débil, “frente al desprecio de todo lo que pueda parecer sólido, que implique tradición y autoridad”. Así, la igualdad es uno de los asuntos más cuestionados, toda vez que “vale para que la gente vote, pero debemos recuperar algunos ámbitos donde la igualdad no se produce, como esa escuela con la que Sarkozy soñaba”.

Sin embargo, hay quienes, desde ámbitos políticos, señalan que lo ideológico debe pasar la prueba de la responsabilidad, que el gobierno conlleva también cesiones inevitables que terminan siendo beneficiosas para todos. Así, habría quienes pretenden influir en la política sin aceptar ese mínimo de realismo indispensable para poder gobernar coherentemente, y todo buen político debería alejarse de ellos. No es el caso de la sociedad civil cercana al partido mayoritario de la derecha ya que, según Pablo Nuevo, “es evidente que ningún partido puede llevar a cabo su programa máximo. Además, cualquier persona que comparta nuestros planteamientos sabe que en el PP están representados diferentes puntos de vista”. Pero, para Nuevo, “hay una gran diferencia entre las cesiones que te impone la realidad y las agresiones innecesarias. Por ejemplo, el Ayuntamiento de Madrid dio 100.000 euros para la marcha del orgullo gay y cuando fue la gran manifestación en defensa de la familia ese mismo ayuntamiento no ayudó a los organizadores con ningún dinero”. Lo que ocurre es que “por el sistema electoral que tenemos, y como el PSOE está muy radicalizado, el PP da por descontado que los conservadores les vamos a votar, por lo que procuran hacer guiños a otros sectores para conseguir el gobierno”.

El problema es que, al final, “de tanto acercarse a otros sectores, se acaba alimentando un tipo de sociedad que es más hostil a los principios que defiende el PP. A corto plazo tiene su sentido, pero cuando se utiliza este recurso con frecuencia, obliga a desplazarse hacia la izquierda como efecto de su política. Si el objetivo es ocupar el poder no hay ningún problema; otra cosa es si se quieren defender también principios…”

La reactivación de la derecha ha venido de la mano de la convergencia del mundo liberal y del conservador, algo que en otras épocas hubiera parecido imposible y que, sin embargo, está obteniendo buenos réditos electorales. Es el caso de Bush en EEUU y de Sarkozy en Francia, que han utilizado elementos de una y otra ideología en sus declaraciones públicas pero que, sobre todo, han empleado esa alianza para tejer la idea de que el mundo ha cambiado completamente de dirección. Cada vez más, la derecha cree que si a alguien le pertenece el futuro es a quien sepan unir las pautas neoliberales y las indicaciones provenientes de la moralidad religiosa. Sin embargo, no es una alianza sin fricciones, porque lo que emana del mercado suele convertir a las sociedades en mucho más móviles y frágiles de lo que el mundo conservador necesita.