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Crece la inmigración de bata blanca
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Crece la inmigración de bata blanca

Oír hablar en polaco se está convirtiendo en algo cada vez más habitual. El fichaje de batas blancas de países del Este está tirado de precio.

Foto: Misión humanitaria de la española Fundación Barraquer en San Salvador. (EFE)
Misión humanitaria de la española Fundación Barraquer en San Salvador. (EFE)

Oír hablar en polaco se está convirtiendo en algo cada vez más habitual. El fichaje de batas blancas de países del Este está tirado de precio. Se les pagan salarios míseros, trabajan como burros y, sobre todo, no protestan. Son lentejas.

Así que los profesionales españoles, tras pasarse años estudiando y formándose al lado de veteranos, se ven forzados a emigrar a lugares donde se les reconoce de verdad. Mientras, los polacos ocupan los puestos de trabajo dejados a la fuerza por madrileños, andaluces, catalanes, gallegos...

Salarios bajísimos y horarios de esclavos priman sobre cualquier otro criterio. Porque los empresarios del negocio de la salud van a lo que van, a la pasta, a la cuenta de resultados. Y si las cosas se ponen feas con algún paciente, se llama a una ambulancia y se le traslada al hospital público más próximo, donde están los mejores clínicos aunque los sueldos den risa.

Quiere ahora la organización sindical CESM Médicos de Madrid conseguir, a corto plazo, que los profesionales de atención primaria, los médicos de familia, gocen de una mayor estabilidad laboral. También lo quieren las sociedades científicas de la comunidad madrileña.

De hecho, más del 30% de los galenos de familia en activo en esta autonomía son interinos. Aunque de esto no habla la señora Esperanza Aguirre, empeñada desde tiempo atrás en hacernos creer que nadie tarda más de um mes en ser operado. Cualquier vecino podría certificar que él o alguien de su familia o amigos han sufrido y sufren mucho más de 30 días para entrar en un quirófano. En fin. Ahora tenemos polacos (bienvenidos sean) pero seguimos sufriendo a Esperanza.

Oír hablar en polaco se está convirtiendo en algo cada vez más habitual. El fichaje de batas blancas de países del Este está tirado de precio. Se les pagan salarios míseros, trabajan como burros y, sobre todo, no protestan. Son lentejas.

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