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El cortijo de Arenas
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Javier Caraballo

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El cortijo de Arenas

Lo mejor y lo peor del Partido Popular en Andalucía sólo tiene detrás el nombre y los apellidos de una sola persona, Javier Arenas Bocanegra. Lo

Foto: El vicesecretario nacional del PP para asuntos territoriales, Javier Arenas, durante el congreso (Efe).
El vicesecretario nacional del PP para asuntos territoriales, Javier Arenas, durante el congreso (Efe).

Lo mejor y lo peor del Partido Popular en Andalucía sólo tiene detrás el nombre y los apellidos de una única persona, Javier Arenas Bocanegra. Lo que ha sido el PP en esta región, lo que ha conseguido, lo que ha avanzado, se debe a la personalidad política de Arenas, a sus estrategias de oposición, a su empuje orgánico, y, como en una moneda de dos caras, lo que ha lastrado al PP en la autonomía andaluza ha sido el personalismo de Arenas, sus estrategias erradas, su enroque orgánico a lo largo de los últimos veinte años. Los mayores éxitos, las victorias impensables, y las derrotas más dolorosas, las decepciones más inesperadas. Y sólo un nombre detrás.

Veinte años. No menos tiempo ha estado Javier Arenas dirigiendo y manejando todos los resortes de este partido en Andalucía, aunque su vida política en esta comunidad arranca de mucho más atrás, prácticamente desde que con 26 años, en 1983, ocupó su primer cargo público, concejal del Ayuntamiento de Sevilla. Pero fue en 1993 cuando Javier Arenas se hace con las riendas del partido en Andalucía, después de convencer a Manuel Fraga para que jubilara en el congreso más cercano al que había sido líder hasta el momento, Gabino Puche, desde entonces con escaño asegurado en el Senado, primero, y en el Congreso, desde hace tres legislaturas. Antes de Puche, la derecha andaluza sólo había conocido un momento de cierto relumbrón, con Antonio Hernández Mancha, en los primeros años de la autonomía, pero siempre a una distancia electoral sideral del PSOE. 

Es imposible encontrar en la actualidad un solo cargo orgánico o público en el PP andaluz que, tirando del hilo, no encuentre su inicio en política en una decisión de Javier Arenas, directamente o a través de alguno de los que le han guardado, y le guardan, obediencia

Desbancado Puche del PP andaluz, Arenas inició la conquista y modernización del partido, provincia a provincia, ciudad a ciudad, sede a sede, hasta dominarlo de la forma que lo conocemos hoy, eso que tantas veces, de forma despectiva, se ha denominado como ‘el cortijo’ andaluz de Javier Arenas. Y lo cierto y verdad es que, con la calificación que cada cual quiera ponerle, es imposible encontrar en la actualidad un solo cargo orgánico o público en el PP andaluz que, tirando del hilo, no encuentre su inicio en política en una decisión de Javier Arenas, directamente o a través de alguno de los que le han guardado, y le guardan, obediencia. La consecuencia inmediata de ese despliegue táctico ha sido doble, expansión electoral y enroque interno.

Por una parte, Arenas ha conseguido transformar a la derecha andaluza, hacerla competitiva, y renovar a la totalidad de sus dirigentes, sobre todo en los núcleos rurales, algo que ha sido decisivo para que, en la actualidad, este partido gobierne en las ocho capitales andaluzas y en cinco diputaciones provinciales. Y decisivo también para que, por primera vez en tres décadas, el PP haya conseguido ganarle unas elecciones al PSOE en Andalucía, no una, sino tres veces seguidas, las municipales, las generales y las autonómicas.

El problema que se deriva de todo ello es que el control férreo que ha mantenido Arenas de la organización en estos 20 años también ha impedido que el partido pudiera explorar otras alternativas distintas a él mismo como cabeza visible. El enroque orgánico, antes citado, ha limitado el acceso a la cúpula dirigente del PP andaluz a los muy leales a Javier Arenas. Eso ha ocurrido, incluso, cuando, tras fracasar las dos primeras veces en su intento de conquistar la Junta de Andalucía (en 1994 y en 1996), Arenas se marchó al Ministerio de Trabajo, para permanecer junto a José María Aznar hasta 2004. En todo ese tiempo, Arenas controló el partido a distancia, como si todo hubiera de quedar dispuesto tal cual para su regreso. De ahí que, en el envés de la personalidad política de Javier Arenas como dirigente del PP andaluz, siempre se le incluya que quizá con otros candidatos, con otra imagen, con otra apuesta, la derecha hubiera conseguido su objetivo de gobernar en Andalucía en las oportunidades ciertas que se le han presentado en los últimos 20 años.

El problema que se deriva de todo ello es que el control férreo que ha mantenido Arenas de la organización en estos 20 años también ha impedido que el partido pudiera explorar otras alternativas distintas a él mismo como cabeza visible. El enroque orgánico, antes citado, ha limitado el acceso a la cúpula dirigente del PP andaluz a los muy leales a Javier Arenas

Pero Arenas nunca ha dado un paso atrás en el control de la organización andaluza del PP. No lo hizo cuando lo sustituyó Teófila Martínez como candidata a la Junta de Andalucía (en el periodo 1999-2004), que siempre estuvo maniatada en el partido, o al menos de eso se quejaba la alcaldesa de Cádiz internamente, ni, como acaba de demostrarse, lo ha hecho en el último año, tras renunciar a la presidencia del PP andaluz. Sus enfrentamientos con Juan Ignacio Zoido, que este fin de semana dejará la presidencia en el congreso de Sevilla, nacieron de ese intento de control de la estructura -o, al menos, de eso se lamentan en la todavía ejecutiva regional del PP andaluz- y les ha llevado a la situación actual en la que Arenas y Zoido no se dirigen la palabra más que para guardar las apariencias.  

¿Ocurrirá con Juan Manuel Moreno Bonilla, el nuevo presidente que saldrá de este congreso, lo mismo que con Teófila Martínez y con Juan Ignacio Zoido? Nada parece indicar que Arenas quiera renunciar al evidente liderazgo moral que ejerce en la derecha andaluza, pero las circunstancias ahora con Moreno Bonilla son muy distintas a los dos casos precedentes. El panorama político interno es, por ejemplo, radicalmente distinto a la etapa de Teófila Martínez porque, en esta ocasión, después de cuatro fracasos, Arenas ha enterrado ya todas sus opciones para volver a presentarse como candidato a la Presidencia de la Junta de Andalucía.

Dicho de otra forma, nadie va a ver en Moreno Bonilla un mero paréntesis entre dos etapas de Arenas, como si hubiera de guardarle el sillón como le ocurrió a Teofila. Y tampoco es en nada parecida la etapa que ahora se inicia con la desarrollada por Juan Ignacio Zoido, porque el alcalde de Sevilla ha sido víctima de su alianza con María Dolores de Cospedal, la secretaria general del PP, para arrinconar a Arenas en Andalucía. Y Moreno Bonilla, como es sabido, no es que no vaya a hacer pinza con Cospedal, sino que su nombramiento es fruto de la derrota directa y pública de la secretaria general, que no le felicitó por su elección hasta una semana después de conocerse su nombramiento. 

En cualquier caso, en julio del año pasado, cuando Zoido fue nombrado presidente, nadie, absolutamente nadie, podía prever este final de enfrentamiento entre quienes, hasta entonces, habían sido mucho más que dos buenos amigos. Y sin embargo, la pelea comenzó justo al día siguiente del congreso, cuando Arenas -según dicen en la dirección saliente- solicitó un despacho permanente en la sede regional del PP andaluz y Juan Ignacio Zoido se lo negó. Así que, por lo sucedido en los últimos 20 años, sólo el tiempo dirá que novedades se producen a partir de este fin de semana en la organización andaluza del PP. En eso que llaman despectivamente ‘el cortijo de Javier Arenas’.  

Lo mejor y lo peor del Partido Popular en Andalucía sólo tiene detrás el nombre y los apellidos de una única persona, Javier Arenas Bocanegra. Lo que ha sido el PP en esta región, lo que ha conseguido, lo que ha avanzado, se debe a la personalidad política de Arenas, a sus estrategias de oposición, a su empuje orgánico, y, como en una moneda de dos caras, lo que ha lastrado al PP en la autonomía andaluza ha sido el personalismo de Arenas, sus estrategias erradas, su enroque orgánico a lo largo de los últimos veinte años. Los mayores éxitos, las victorias impensables, y las derrotas más dolorosas, las decepciones más inesperadas. Y sólo un nombre detrás.

Javier Arenas Juan Ignacio Zoido